21- Las misiones de espía siempre salen mal.

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A la mañana siguiente me alisté. Le pedí prestado uno de los trajes de sirvienta a Edna, por suerte ella no hizo preguntas, y afortunadamente Killian no se encontraba cerca, él sí me haría un interrogatorio. Ester vino a recogerme en un carruaje de alquiler.

El vestido de criada me picaba, y como Edna era menos robusta que yo, me ajustaba mucho los hombros.

—¿Qué pasa? Te siento tensa —comentó el peliblanco.

—Este vestido es un poco pequeño, debo parecer un tamal.

Giró la cara para cubrir su sonrisa.

—Yo creo que te ves hermosa.

Se me iluminó la mirada.

—¿¡En serio!? ¡Gracias, pensé que…! Espera…

Se echó a reír a carcajadas.

—No es gracioso.

—La gente suele olvidar que no veo, pero se disculpan cuando creen haberme insultado. Si supieran que sus opiniones podrían importarme menos.

Puse los ojos en blanco.

—¿Y dónde vive tu amigo?

—Cerca. Ya le platiqué lo que haríamos.

—¿¡Le contaste acerca de Willer!? —me exalté—. No le comenté nada de eso ni a Nicolás.

—Mi amigo es relevante en esta guerra. Él mismo le informará al rey.

Me hice ideas acerca de quién podía ser su amigo. Luego de haber descartado a Damián, a Albert —porque vive un poco lejos—, solo quedó esa opción.

Y mis sospechas fueron confirmadas cuando nos detuvimos en la residencia de los Arrow.

El coche se abrió y la imponente figura del duque Dante subió, sentándose justo al lado de Ester. Traía una trenza muy refinada, ese cambio de aspecto le sentó genial.

—Duque.

—Collins, un placer verte. ¿Cómo…?

Por fin se fijó en mí. Hizo el esfuerzo por no sonreír, en cambio, solo realizó un movimiento con la cabeza.

—Melissa.

—¿Ya se habían visto? —preguntó Ester.

—El duque y yo compartimos un secreto —le guiñé el ojo—. ¿Cómo está tu padre?

—Ha mejorado —a pesar de que estaba menos delgado que la última vez, seguía conservando esas bolsas debajo de sus ojos.

Ester hizo una mueca de desagrado.

—Pensé que apuntabas hacia Ares, pero, ¿también Dante? Por favor, ten un poco de moderación Melissa.

Me puse roja como el cabello del duque.

—¡No seas tonto Ester, el duque y yo solo somos amigos!

—¿Amigos? —la mirada de Dante se ensombreció.

Yo di un respingo.

—S-Sí.

Él no lucía muy de acuerdo con mi opinión, pero se limitó a cruzarse de brazos.

Qué buenos brazos.

—¿Qué hay de ustedes? —espetó Dante—. ¿Cómo se conocieron?

Ester se encogió de hombros.

—Nos ayudamos mutuamente. El punto es que le confiaría mi vida a Melissa.

—Ay Ester. Eres un amor —le lancé un besito.

La Villana Merece un Final Feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora