33- Trío Imbatible.

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Damián Hayden:




Para viajar del este al norte, Ares y yo tuvimos que hacer casi una odisea. No podíamos perder mucho tiempo, mientras nosotros nos encaminábamos, ya ellos debían estar entrando al castillo. Afortunadamente conseguimos un par de caballos, pero tardaríamos horas en llegar. Ares estaba hecho una bestia rabiosa, creo que eso hizo que su caballo terminara intimidado y avanzara con mayor rapidez.

Aún permanecía confundido por los acontecimientos de momentos atrás. Albert, mi amigo, compañero y prácticamente hermano, resultó ser un traidor que se alió con el enemigo. No pude evitar culparme. ¿Cómo yo, siendo su amigo, no me di cuenta de que algo no estaba bien con él? Pude haberlo ayudado o socorrido. Eso hacen los amigos, ¿no?

Y yo lo dejé a él solo con su oscuridad.

Hice lo mismo que en el caso de Sol. Por tratar de imponerle a mi hermana órdenes y encerrarla en una jaula, ella terminó saliendo al verdadero peligro y casi fue asesinada; no solo en aquella cacería, sino también cuando Emma Collins trató de matarla.

Si tan solo yo hubiera hecho las cosas diferentes. Si en vez de enfrascarme en lo que creía correcto, me hubiera sentado a escuchar… tal vez las cosas hubieran resultado de otra manera.

¿Cuándo fue que perdí a Albert?

—¿Eres amigo de Dante? ¿Por qué? —me preguntó.

—Es un buen tipo, seguro se llevarán bien —le aseguré.

—Si tú lo dices, te tomaré la palabra —sonrió.

¿Cómo mi mejor amigo se volvió un traidor? ¿Cuántas veces me sonreía, fingiendo amabilidad, mientras que, en su corazón albergaba sentimientos rencorosos? ¿Todo fue mentira? ¿Las palabras que nos decía, sus acciones y motivaciones?

¿El amor que le tenía a Karina era mentira? ¿La admiración que sentía hacia su madre era falsa? ¿El respeto que adquirió hacia el rey Ares, era una simple tapadera?

Un mejor amigo sabría ese tipo de cosas.

—¡Ya deja tus payasadas! —di un respingo con el grito de Ares.

Miré al rey, quien había obtenido una mirada sombría, peligrosa, sanguinaria, pero seguía siendo él; por ende, conservaba su noble corazón.

—¡Puedo ver tus sentimientos de culpa y déjame decirte algo: Albert es un hombre adulto como para hacerse responsable de sus acciones! ¡No es tu culpa que se haya vuelto así, él tomó la elección de traicionarnos!

—¡Pero…! —detuve el galopar de mi caballo y Ares me imitó.

Tenía un nudo en la garganta que no desaparecería.

—Somos amigos… —tragué, tratando de desmoronar la acumulación de emociones que tenía—, y no pude ayudarlo cuando más me necesitaba.

—Él te lo puso difícil, no pidió ayuda.

—Debí saber que la estaba pasando mal.

—¿Entonces eres culpable por no ser adivino? ¿Por no pensar que sufría? —arrugó el entrecejo—. Tal vez las mujeres, que son más perspicaces, lo sabrían, pero nosotros nunca nos damos cuenta de nada. Albert podía albergar muchos pensamientos incorrectos, este es el resultado; ¿cómo va a ser tu culpa que sus sentimientos se le hayan ido de las manos?

Suspiró.

—No tiene sentido que sigas culpándote o pensando en los «si hubiera», ve y pregúntale tú mismo qué le pasa. Golpéalo o qué se yo, hablen con sus espadas. Eso es, en mi opinión, lo único que puedes hacer como su amigo.

La Villana Merece un Final Feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora