25- El rey y la dama.

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Debo reconocer, que regañar a las personas es muy liberador. No conté cuánto tiempo exacto estuve reclamándole a Ares y Jamie, pero sí puedo asegurar que fue durante casi una hora. Jamie había soltado una que otra lágrima, mientras que Ares pasó de lucir arrepentido a sonreír con indiferencia.

Cuando culminé mi monólogo de reprimendas, les permití hablar.

—Jamie, tú primero.

Jamie tenía la nariz roja.

—L-Lo siento… ahmm…

—Tienes tres segundos para decir algo coherente y ya pasaron dos y medio —le advertí.

—¡Siento ser tan inmaduro, m-me comportaré mejor a partir de ahora! —balbuceó con prisa.

Asentí, como una madre orgullosa de que su hijo aprendiera la lección.

—Y ahora… —miré al rubio.

Era el turno del padre.

—¿Tiene algo que decir al respecto, Majestad?

Ares se aclaró la garganta, miraba hacia todos los lados menos a mí. No parecía nervioso, por el contrario, creo que estaba a punto de soltar una carcajada.

—Bueno —dijo al fin—, ¿está mal que me haya encantado oírte regañarme?

Juro que le tiraré un jarrón.

—¡Está mal, rey de mierda!

Levantó las manos, en son de paz.

—Ya, ya, pero no te molestes, que te salen arrugas, mi querida dama.

—No. Me. Llames. Así —hablé pausadamente.

El rey ensanchó su sonrisa.

—Hace días que no te veía mi dama salvaje, veo que estás tan alegre como siempre.

—¡Ares, estás colmando mi paciencia! —puse mis manos en la cintura—. ¡Te golpearé!

—Veo que también me echaste de menos.

—¡Ares Reinhard!

El rey se acercó a mí.

—Te escucho, dama salvaje.

—¡No me digas así!

—¡Tú me dijiste rey de mierda! —acusó.

—¡Un rey no debería decir la palabra mierda!

—¡Una dama tampoco! —se comenzó a reír.

El carraspeo de Jamie nos obligó a verlo.

—¿Sigues aquí? ¿Quieres otro regaño? —espeté, enojada.

Jamie negó apresuradamente con la cabeza y no tardó en retirarse, dejándome sola con el rubio.

—Perdón.

Lo miré de reojo. Ares tenía sus ojos fijos en los míos.

—Siento todo lo que pasó la última vez que nos vimos, Melissa, quiero que sepas que la situación no es como piensas, yo jamás he pensado en ti como un reemplazo de Sol, ya ni siquiera siento…

Suspiró.

—Ya no siento lo mismo —confesó.

—La otra vez no dijiste eso.

Sonrió.

—La otra vez no había pensado cuánto te necesitaba. Ni me había dado cuenta de lo importante que te volviste.

Mi corazón se aceleró con sus palabras.

—¿Acaso te caíste de la cama soñando conmigo?

Por la forma en la que cuadró sus hombros, puedo suponer que la maldición de Emma se cumplió.

La Villana Merece un Final Feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora