27- No te metas con la villana.

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Detuve la música del vals, Emily no conseguía bailarlo apropiadamente. Apenas llegué ayer a esta mansión y me percaté que ella posee aptitudes excepcionales para cualquier cosa. En cuestión de minutos aprendió a tocar el arpa, el piano, a comer y caminar correctamente y memorizó el libro de etiqueta que le ofrecí. Es toda una estrella. No obstante, la danza parece ser su punto débil.

—Mejor tomemos un descanso —dije, mirando al guardia que seleccioné como compañero de baile para ella—. Toma asiento, bebamos té los tres juntos.

—Yo prefiero un whisky —alegó, cuadrando los hombros.

El guardia, cuyo nombre es Alan, no fue escogido al azar, ni para que ayude a Emily en sus clases, eso pude hacerlo yo y resultaría más sencillo; lo elegí a él especialmente porque es una especie de “mano derecha” para Leopold. Estoy tan furiosa con ese vizconde que sigo sin saber cómo no lo he matado todavía, pero he conseguido mantener la compostura porque sé, que, si cometo un desliz, todo el plan se irá al desagüe.

Volviendo al tema del guardia; es todo un charlatán al que le encanta fanfarronear de que el vizconde le cuenta todo, será un objetivo fácil de manipular.

—Lo siento mucho —suavicé la voz—, no tenemos esa bebida.

Alan bufó.

—Entonces me voy.

Lo intercepté y le dediqué una mirada de súplica.

—Por favor —tomé su brazo—, no se marche aún, milord. Ahmm… ¿qué…? ¿Por qué no nos cuenta sus aventuras? Estoy ansiosa por oírlas.

Qué asco es fingir timidez.

Alan esbozó una sonrisa de suficiencia, y con eso fue más que obvio que había mordido el anzuelo.

—Ahora tengo cosas que hacer Melis —rascó su barbilla.

Ese apodo me da deseos de vomitar.

—… pero —fingió pensarlo, tuve que aguantar no poner una mueca—, esta noche, en mi habitación, te contaré todo lo que quieras —murmuró.

Le di una suave palmada en la mejilla.

—No se apresure tanto Alan, por favor —utilicé un tono juguetón.

Alan siguió sonriendo.

El mayordomo entró al salón en ese momento.

—Alan, el vizconde ordena que vayas ahora mismo a su despacho —anuncia, aburrido.

Alan chasqueó le lengua, pero no hizo ademán de rechistar. Me guiñó un ojo antes de retirarse acompañado del mayordomo. Si no solté unas cuántas palabrotas, fue porque estaba delante de Emily. Me desagradaba utilizar a una niña como ella para llegar a mi objetivo, pero supongo que en la guerra todo se vale.

—Me pregunto qué hablarán esos dos —comenté, casual—, ayer se encerraron durante horas.

Emily bebió su té con la elegancia enseñada, me sentí orgullosa.

—Anoche hablaron de que una de las bases del este fue destruida por rebeldes del sur y oeste —ella también comentó con despreocupación.

Lo sabía.

Ninguna chica de su edad puede soportar los ataques de curiosidad, ella debe tener una especie de hueco en las paredes por donde puede oír las conversaciones.

Puse mis manos en jarras y actué molesta.

—Emily Hemmings, ¿algo que decir?

Ella se ruborizó, dándose cuenta de su error. Bajó la taza de té y movió sus dedos con nerviosismo.

La Villana Merece un Final Feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora