Los fuertes también caen.

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Larisa.

A cada ser humano le llega el momento donde todo se le acumula y explota. No sabe de qué manera lo hará, pero cuando lo hace; no mide las consecuencias de sus actos.

Siento pesar por Carol, porque la veo muy decaída y pensativa. no se cómo puedo ayudarla porque yo también estoy en las mismas esperando que todo lo que haga salga bien.

Como siempre hacemos cuando vamos en las avionetas. nos turnamos para hacer nuestras necesidades y estirar las piernas antes de lo que nos vamos a enfrentar. La vida en esto es así, fuego, balas por todos lados, muertes y separaciones.

—Si hace frío  —susurro.

—Entonces no me quito nada de este traje ninja  —bromea Liz desde su sillón.

Me río a su comentario observando a todas las que vamos en esta avioneta y los soldados rusos que nunca nos dejan solas.
Si piensan que vamos hacer una revolución, pues están en lo correcto.

Trato de relajarme un poco. pero por los retumbos de la avioneta, no puedo ni cerrar los ojos a pesar que los llevo cubiertos con estas gafas oscuras. Respiro profundo terminando de comer la galleta que nos dieron antes de entrar y la cajita de jugo que doy gracias al cielo por qué tiene buen sabor.

Me pongo a recordar las palabras de Carol hace unos minutos “¿Embarazada?” . Ni drogada dejaría que me hicieran eso.

—¿En que piensas?  —me pregunta Liz

—En que pareces un oso panda —la volteo a ver y me mira con el ceño fruncido—. Porque eres solo dormir y comer.

—Te juro que si en el futuro tengo más libertad de hacer lo que me dé la gana  —respira hondo—  Tendré todo lo que no pude tener de pequeña.

—De eso sí que no tengo dudas  —guardo la basura en una bolsa—.  Y si sucede lo que dices, ¿Que tienes pensado hacer?  —le pregunto viendo a las esquinas donde están los soldados.

—Siempre quise ser modista  —baja la cabeza susurrando—.  A mi padre le gustaba mucho lo que hacía cuando jugábamos en la casa con los tacones de mamá  —rie un poco—  Y le cumpliré la promesa que le hice.

—Hazle honor a eso  —la abrazo por la izquierda—  Lo harás Liz. después que seamos libres de elegir y estemos de nuevo las tres que ahora somos cinco contando a Carol y Abigail.

—Pobre mi fosforito  —susurra—  Si la encontramos en esta misión. porque si la llevará ese Griego  —se zafa de mi abrazo—Haré lo posible para que vuelva con nosotras.

—Si es que se puede  —me acomodo en el sillón—.  Porque si la lleva la tendrá bien vigilada y sabes que nosotras solo vamos a rescatar a las víctimas, las drogas y lo demás  —estiro mis piernas—  Y gracias a la Señora coronel que las recataremos porque si fuera por el Coronel no haríamos nada de eso.

—Es un maldito  —susurra Carol a mi izquierda y la volteo a ver—.  Cuando lo tengas en tus manos Larisa, hazle gritar como si estuviera en el mismo infierno.

Solo asiento a su comentario y me recuesto en el hombro de Liz pensando en lo que haré y que solo nosotros los que estamos en este plan suicida lo sabemos.

Pasan las primeras cinco horas de vuelo y ya me estoy desesperando de estar mucho tiempo sentada. Veo el suelo que está algo sucio por el polvo y también a los costados donde están las cuerdas de los paracaídas que por ahora no los utilizaremos.
Mejor elijo recostarme bien en el asiento como puedo estiro mis piernas con dificultad por los arneses que llevo en las dos y los cinturones gruesos en mi cintura y pecho llenos de balas y radios.

OSCURA REALIDAD [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora