Palabras engañosas.

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Bagdad, Irak

Dinora.

Si una víctima se defiende en sociedad. Tratan de no darle atención, pero si el agresor da sus excusas lo ponen por encima de todo.

Si quería algo de paz. Seguro que esa palabra no existía en mi vocabulario. Porque en cualquier lugar que me llevara el viento me encontraba tormentas eléctricas y oscuras.

Trataba de ocultar mi dolor con el entrenamiento y actitudes diferentes. pero con estas mujeres no se puede ocultar nada, es como si fueran la réplica de Lizbeth.

«Hay mujer extraño sus locuras».

—Entonces Dinora, ¿que dices? —me preguntan sacándome de mis pensamientos—. ¿Dinora? —mueve una mano enfrente mía.

—¿Si? —volteo a ver a la morena y me ve con reproche—. Perdón, estaba divagando en mis pensamientos —arreglo mi capa.

—Te estaba preguntando, si me pongo el labial rojo —se ríe acomodándose en el asiento del avión.

—Por mi puedes ponerte cualquiera —suspiro— de igual manera al que elijas te combinará con tu traje —digo señalando su atuendo.

—No puedo entender cómo tus amigas te aguantaban tus actitudes —destapa el labial y agarra un espejo de la mesita pegada a su derecha—. Ya las conoceré algún día —empieza a pintar sus labios.

—Talvez —pienso un poco— te llevarías bien con Liz y Larisa —rio al recordar sus estupideces—. Me da coraje tan solo pensar lo que les están haciendo todavía en ese lugar.

—Lo se Dinora —se voltea hacia mi— Pero ten la certeza que las sacaremos de allí a todas y a las demás del anterior lugar —coloca sus manos en mis hombros—. Por ahora solo concentración en esta misión porque sabes que a la señora no se le falla por nada —dice y asiento a la información que ya me habían dicho desde que llegué.

Dan aviso que ya falta poco para aterrizar y me abrocho de nuevo los cinturones. Ya que me los había quitado para estirar mis piernas. Veo por la ventana el lugar en donde haremos esta misión algo delicada donde todo puede surgir.

Después de treinta minutos se siente que el avión va descendiendo. Después de otros veinte minutos las azafatas abren las compuertas y nos dan instrucciones de bajar.

Al estar en tierra, respiro profundo y camino a la par de las mujeres que van vestidas de diferentes vestuarios de baile y de servicio.

—¿Pueden verificar los lentes, micrófonos y auriculares? —pregunta una que va adelante de todas.

—Todo está perfecto —responde otra.

—Muy bien, entonces andando —sigue su camino hacia una de las camionetas.

Me subo con el grupo de baile en la parte trasera del transporte e inmediatamente ponen en marcha los carros con dirección a el lugar requerido.

Siguen un camino recto. pero al llegar a una esquina se dividen yendo hacia diferentes direcciones. Nuestro grupo sigue el recto para llegar al palacio central de Irak y veo por las ventanas que las calles están llenas de personas con vestuarios elegantes y también ventas de todo tipo de cosas.

OSCURA REALIDAD [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora