Dorado, [Χρυσαφένιος].

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Atenas, Grecia.


Draven Serrano.

No me agrada acostumbrarme a algo o alguien. Porque sé que es algo insoportable cuando no tienes al lado su esencia.

Me estoy volviendo más adicto al cigarro de lo que ya soy. He probado un gramo de cada droga que entra a mis manos. Pero no me satisface como quiero.

Tres cigarros y dos botellas de whisky. ¿Que más puede faltar?, ¿sexo?, ¿viajes?.
Si de viajes hablo, será una gran lista de los viajes que he hecho en menos de un mes con mi mano derecha y algunos voceros. El estrés me tiene hasta los huevos y solo quiero quitarlo con algo. «O más bien, con alguien».

Mientras más no la quiero pensar. Más aparece su nombre en mi mente. su sonrisa, sus ojos verdes metálicos, su piel, su cabello blanco como la nieve. Todo de ella me abruma y me lleva a la desesperación.

«Γαμημένο σκατά αξιοθέατο! ».

Agarro el último vaso de whisky, que contando, ya llevo más de diez. No es que sea vampiro, ni otra cosa. Lo malditamente que me educaron para no emborracharme tan rápido, es una mierda.

—¿Cuando será ese día que te caigas de borracho y empieces a decir estupideces?.

Me quedo con el vaso a medio camino, viendo al mendigo de Zayden entrar a mi oficina. Por ahora estoy en Grecia, país natal.

—Y cuando suceda eso será una de las maravillas del mundo —contesto terminando el líquido del vaso, dejándolo en su sitio al lado de la botella—. Mejor deja de alardear y cuenta que acabas de traer, porque tuviste que abarcar casi medio campo de entrenamiento con tus mierdas.

—Esas mierdas son las nuevas bellezas que han existido en toda la puta existencia del mundo —contesta estirándose en el sillón frente al escritorio con los brazos detrás de su cabeza—. Que por cierto, nos servirán con esos movimientos que se avecinan.

—Otra mierda también —doy una respiración profunda recostando mi espalda en el respaldo de mi silla, rascándome una ceja—. Son unos malditos esos verdecitos, además de esas pandillas que se están desatando, fingiendo tener el control, cuándo tan solo escuchar alguna orden de un lider de mafia, ya se van a esconder como lo que son.

—Ratas, mendigas ratas —se carcajea acomodándose en el sillon—. Me he encontrado algunos grupos de esos. En la región de Albania y algunos si aceptan las condiciones que les doy y otros solo se atreven a enfrentar las balas de mis cañones.

Asiento aplastando el residuo del cigarro y levantándome de mi silla, yendo hacia el ventanal de la oficina. Viendo un poco a uno de los campos de entrenamiento donde se puede ver a mis hombres, cargar las cajas de armamento hacia una de las bodegas laterales de la casa. Meto mis manos en mis bolsillos del pantalón de tela, tratando de aclarar mi mente. Pero la voz de Zayden me lo impide:

—¿Haz sabido algo de ellas? —hace la pregunta que he estado evitando y me limito a solo observar el cielo azul de grecia. Cerrando los ojos al escucharlo de nuevo—. Según me ha contado mi Dulce, que las mandaron de regreso a ese país ruso. Para hacer venganza a como ellas saben, ¿Curioso no?.

Me muerdo el interior de la mejilla volteando para verlo, quedando detrás de mi silla giratoria. Rascándome la barbilla con mi mano derecha.

—No me interesa saber en dónde están. Que hacen o que ha sido de sus vidas, Zayden —digo yendo hacia la licorería agarrando otra botella de tequila vaciando un poco en otro vaso—. Si ella no quiere saber nada de mi, ¿porque debería preocuparme ahora?.

OSCURA REALIDAD [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora