31- Luz roja

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Cuando llegó a la casa de Ruslana, su
amiga la esperaba con los brazos
abiertos. Una sutil sonrisa, un tema
imparcial para tranquilizarla, y
cuando la vio sosegada le preguntó
directamente sobre lo sucedido. Ella
le contó lo ocurrido, la llegada de
Violeta a casa, sus sensaciones al tenerla desnuda dormida entre sus brazos y aquella ducha de mañana que había terminado en un frenesí y en unos actos que ella jamás pensó ser capaz de realizar hasta aquel instante. La agitación que sentía era palpable, Ruslana trató de serenar aquellos miedos irracionales que sentía, aún no comprendía muy bien porqué su amiga se negaba a darse a otra persona, pero fuera lo que fuera sabía que tenía sus motivos y que con un poco de suerte los superaría.

- Pero eso es estupendo, ¿no? Al menos pudiste hacerla sentir y sentiste con ella sin desmayarte ni nada -le hizo ver el lado positivo mientras le acariciaba el pelo, pues tenía la cabeza apoyada en su regazo-.

- Bueno, supongo que si... la verdad
es que no sé ni cómo pude hacerlo
-admitió la morena mucho más
tranquila después de haber despejado
aquel ahogo en su pecho-.

- No te comas tanto la cabeza,
contrataste a Violeta para que te ayudara, y lo esté haciendo cómo tú esperabas o no, la realidad es que parece que está funcionando -le dijo-.

Ella meditó un poco aquellas palabras. Ruslana tenía razón, en apenas una semana había no solo podido abrazarse a la pelirroja, sino que cada vez le resultaba más sencillo regalarle muestras de afecto, sin contar con el acto protagonizado esa mañana. Quizá sólo tenía que seguir confiando en ella, y todo saldría por sí sólo.

- Si, quizá tengas razón. Es sólo que me da miedo -le dijo-.

-¿Pero a qué tienes miedo
exactamente?- le preguntó Ruslana
calmadamente-. No la conozco, pero
dudo que ella quiera hacerte daño por
lo que me cuentas.

Chiara se levantó de su regazo para
mirarla a los ojos.

- No tengo miedo de ella, tengo miedo
de mí -le confesó-.

Su amiga la miró interrogante, por
mucho que lo intentara, las pistas
a cuentagotas que le brindaba, no
eran suficientes para acertar en sus
hipótesis. Chiara supo que tenía que
hablar de aquello con alguien, y que
su amiga era con la única con la que se sentía lo suficientemente a salvo para abrirse, así que tomó aire y terminó de contarle la otra parte de una historia que quería superar.

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Mientras en el apartamento de
Salma, las tres amigas hablaban
animadamente de la semana. Denna
había conocido a una policía en una
especie de redada que había habido en el local donde trabajaba, y Salma no paraba de hacer preguntas y de darle advertencias sobre los "maderos" y lo ingenua que era.

- Mira que esas no se andan con
chiquitas, y tú eres muy pava -le decía
a Denna-.

- ¡Oh, déjame tranquila! Además, ¿a ti
qué te importa? -le espetó-.

Ella puso cara de ofendida.

- ¿Qué a mí qué me importa? ¿qué a mí qué me importa? -decía con grititos graciosos-.

Denna y Violeta se miraron y empezaron a reírse.

- ¿Estás celosa? -le preguntó la pelirroja haciendo su típico juego de cejas, y Denna se puso un poco roja-.

-¿Yooo?... si lo que no quiero es que
luego me venga llorando porque la poli le ha hecho un arresto en toda regla- dijo Salma cruzándose de brazos y dejándose caer en la silla-.

- mmmm...¡Me encantaría que me
cacheara! ¡Está tan buena! -le pinchó
poniendo cara traviesa-. ¿Crees que me esposaría de verdad?

A Salma se le descolgó la mandíbula,
Denna no solía hablar de aquellas cosas.

SEX EDUCATION // KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora