67- Soy una, y soy fuerte

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Como no podía dormir, emprendió
el camino cuando el amanecer aún
no había irrumpido. Puso música,
encendió el GPS y se colocó cómoda
en el asiento, le esperaban largos
kilómetros hasta su destino, pero se
había auto-negado a cubrir la distancia en un avión... necesitaba aquello, la conducción mantendría su mente ocupada, la soledad le serviría para darse cuenta que era "una" y que era fuerte. No sabía cuánto le llevaría
aquello, no sabía qué se encontraría
ni cómo lo abarcarían... simplemente
necesitaba estar allí, al lado de quien
conocía el inicio. Pisó el acelerador, y
no miró atrás.

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- ¿Aún no se sabe nada? -le preguntó Chiara a Salma por décima vez en el día-.

- No, ya te he dicho que cuando
llegara me llamaría y acto seguido
te llamaría yo a ti -le dijo esta
tratando de ser paciente -, Te quieres
tranquilizar, es normal que aún no
haya llegado.

- Pero si son las nueve de la noche.
¿Dónde coño se ha ido... a Tailandia?
-la morena no llevaba nada bien no
saber ni dónde ni cómo estaba Violeta, estaba de los nervios-.

- Vamos a ver, no se ha ido tan lejos... pero la muy cazurra ha ido en coche, y me llamó cuando paró a tomar un café a las siete, por lo visto había
parado más de la cuenta para mirar
paisajes... No te preocupes que ya no le debe quedar mucho y en cuanto sepa algo te llamo yo, te lo juro - le garantizó Salma-.

- Dios mío, y ahora resulta que está
en carretera... -A Chiara se le ponían
los pelos de punta de pensar que fuera conduciendo tantos kilómetros-.

- Que está bien exagerada, anda
relájate... -ya no sabía que hacer con
ella, cuando llamara Violeta se iba a
enterar por haberla metido en aquel
marrón en lugar de llevar el móvil
consigo-.

- Vale, vale... llámame al segundo de
hablar con ella ¿eh? Sea la hora que
sea ¿vale? -le pidió la chica-.

- Que siiiii, pesadaaaaa.... Y relájate
un poco, que al final me vas a poner
nerviosa a mí también, coño- le pidió
Salma y a los pocos segundos ambas
colgaron.

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Eran un poco más de las diez de la
noche cuando el descapotable de Violeta entró por el sendero que llevaba a aquella casita en la costa francesa.

Aparcó al lado de un todoterreno
impresionante que no conocía, al
bajarse lo bordeó examinándolo...
"Desde luego... siempre pidiendo
guerra, hay cosas que nunca cambian" pensó para sí y sin darse cuenta una sonrisa se posó en su rostro. Tiró de la maleta y se plantó en la puerta de la casa, llamó pero nadie abría, así que echó un vistazo y reconoció una escultura pequeña y horrenda que le resultó muy familiar, se acercó y estiró de un par de adornos que tenía, al instante un cajetín oculto salía de ella tendiéndole la llave de la casa...

Recuerdos de Violeta:
"- ¿No tienes miedo de que un día
alguien te robe la figura y con ello la
llave de tu casa? -le preguntaba una
pelirroja de unos quince años a su dueña-"
"-Es demasiado fea para que alguien quiera robarla... y soy tan despistada
que necesito un sitio seguro donde
guardar una copia, además, así tú
podrás entrar siempre que quieras en
casa... -le había dicho sacándole una
sonrisa a la joven-."

Violeta cruzó el umbral y dejó la maleta en mitad del salón. Desde fuera la casa parecía vieja y maltratada por el salitre, pero por dentro todo era lujo y exquisitez, igual que su pequeño apartamento de Madrid. Cruzó la sala y luego la cocina, abrió la puerta trasera y la brisa del mar impactó en su cara...
aquello era maravilloso. Cerró los ojos
unos segundos para oler todo aquello,
luego salió para acercarse a la arena.

Miró a ambos lados, estaba oscuro y
solo ligeras farolas alumbraban sin
llegar a iluminar del todo la orilla...
de pronto se paralizó, el corazón
empezó a bombearle enérgicamente,
la figura imponente de aquella mujer
empezó a aparecer aproximándose a
la casa. La observó paralizada, hacía
más de seis años que no se veían,
pero aquella mujer parecía que no
cambiaba... con unos vaqueros negros
y una camiseta de tirantes del mismo
color, parecía aún aquella joven de
25 años que conoció en la casa de su
madre y la dejó fascinada. Su pelo y
ojos oscuros, penetrantes... su fuerza,
su templanza... había olvidado ya, lo
impactante que siempre le pareció su
presencia.

En mitad de la oscuridad, sus ojos
se encontraron, ambas se quedaron
apenas unos instantes quietas, hasta
que la mujer unos diez años mayor
que ella, empezó a borrar la distancia
que las separaba mientras poco a poco una sonrisa muy especial teñía su cara y sus ojos. A la pelirroja se le contagió de igual modo, y al sentir aquel abrazo cerró los ojos, respiró su aroma y se sintió a salvo... aquella era su otra casa, la casa que sustituía su sentimiento familiar.

- Tenía tantas ganas de verte -le
susurró la mujer aún estrechándola
entre sus brazos-.

- Y yo a ti, no sé cómo he dejado
pasar tanto tiempo -se disculpó Violeta con ella, por esos años que sólo habían sido de llamadas-.

- Lo importante es que ya estás aquí-
le dijo separándola y mirándola a
los ojos-, Ven, vamos a dentro, voy a
preparar tu plato favorito para cenar...

A la chica se le iluminó la cara, se
aferró a la cintura de aquella mujer
que la llevaba por los hombros, y
deshizo lo andado hasta llegar de
nuevo a la casa, como si el tiempo ni
la distancia hubiera pasado entre ellas dos.

SEX EDUCATION // KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora