Augusta Belona Bianca
"La nacida en la guerra"
──── En esta vida nueva deseo protegerlo a él de todos los males existentes en este mundo que conozco sólo en los libros, así deba arrebatarle todo a la protagonista, ser cruel también es parte de ser...
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Augusta estaba en su oficina, como segunda princesa tenía los deberes reales de mantener las obras de caridad y celebraciones anuales en el reino mientras que su hermana se ocupaba de las tareas más internas en el palacio y ritos, esto influido por su madre quien deseaba que sus hijas aprendieran en la marcha como ser una buena monarca.
Aunque...
──¡Aburrido!. ──Augusta se recuesta en su silla cómoda.
──Su alteza es necesario. ──dice Kali, la más fiel sirvienta y mano derecha de la princesa segunda.── ¿Acaso olvida que su alteza el príncipe llega en dos días?.
──Cierto, él a estado en las fronteras para acabar con unos grupos de mercenarios. ──suspira, tomando de nuevo su pluma.── Las nuevas cruzadas han sido terribles últimamente.
──Tiene toda la razón, el Imperio Moro está mucho más inquieto y los reinos del Continente Central de igual forma.
──Todo por recuperar Yesak, la ciudad santa. ──piensa por un momento.── Los números en los refugios han aumentado, Kali, por favor manda a que realizen un nuevo censo.
──Si su alteza.
Augusta se levanta para mirar por el gran ventanal de su ofcinina aquel hermoso paisaje de su reino, la gente estaba feliz, los niños jugaban por la plaza y el comercio era movido.
«Parece mentira que haya pasado diez años, a pesar de mantener una relación amistosa con la Reina Margarita la comunicación se cortó de repente, pero es entendible por la situación de las cruzadas, ha comenzado un nuevo enfrentamiento luego de una larga guerra fría.» Estaba preocupada sin duda, compartir cartas de vez en cuando con la Reina Margarita era la única forma de saber como estaba Alfonso sin intervenir abruptamente.
──Su alteza.
──Kali, justo a tiempo, debemos ir a terminar los preparativos de bienvenida.
Cuando llegó el día del recibimiento al príncipe heredero, toda la familia real estaba expectante junto con el pueblo que gritaba y lanzaba flores a los caballeros del ejército real.
Al frente de la caravana estaba un caballo blanco hermoso montado por un hombre joven de veintisiete años, alto, fornido, de facciones fuertes y piel ligeramente bronceada por el intenso sol, portador de una armadura plateada.
Aquel jinete era el príncipe heredero, Calix de Karras.
──Padre mío. ──hace una reverencia a su superior familiar.── Regrese con la victoria para nosotros y con la cabeza del líder.
──Bien hecho. ──sonríe Caius, dando una fuerte palmada en la espalda del joven.── Siempre eres un orgullo, hijo.
El abrazo entre padre e hijo es conmovedor, Calix se aleja por un momento para abrazar a su madre y de repente su sonrisa se ilumina mirando a sus hermanas, Mirana hace una reverencia saludando seguida de Augusta que es interrumpida en reverenciarle cuando Calix le toma sus manos para besarlas.