Augusta Belona Bianca
"La nacida en la guerra"
──── En esta vida nueva deseo protegerlo a él de todos los males existentes en este mundo que conozco sólo en los libros, así deba arrebatarle todo a la protagonista, ser cruel también es parte de ser...
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Finalmente, estaba por comenzar el evento más esperado de la tarde, luego de coronar como ganador de la competencia de caza al príncipe Alfonso que sorprendentemente cazó un jabalí de tamaño grande, el duelo de los caballeros de todas las clases daría comienzo.
«Mis últimos fragmentos anotados en mi diario son de los spoilers que leí de la novela vagamente pues solo escuche hasta cuando Alfonso llegó a San Carlo y poco más, Cesar aparece en la fiesta debutante de la princesa Bianca pero a pesar de eso no debo confiarme, Cesar es un tipo inestable, tal vez este evento le haga reaccionar.»
──¿Disfrutó la caza, princesa?.
──Sí majestad, fue refrescante.
León III ríe con gusto mientras acaricia su barba.
──Eso es una alegría, esta amando mis tierras.
Augusta solo sonríe.
«Viejo hipócrita.»
Alfonso logra captar su atención, saludando de manera discreta con una mano y Augusta no depara en darle una sonrisa.
──Su alteza.
──Oh, Sir. Elco, venga, quédese a mi lado.
Augusta estaba ahora en el anterior asiento cuando León III declaró iniciada las festividades, con Rubina a su lado izquierdo, cerca del Rey.
Por supuesto, Rubina puso una cara de desconcierto y desagrado cuando vio apenas la sombra de Elco, eso lo noto de inmediato Augusta.
──Duquesa, ¿Pasa algo?.
Rubina la mira detenidamente.
──Si, es casi anti-estético que un señor como él esté presente en la misma presencia de su majestad.
Sir. Elco se siente avergonzado, da un paso atrás dispuesto a correr pero la mano enguantada de Augusta lo detiene con un simple ademán.
──Majestad. ──Llama Augusta, sonriente y exponiendo sus encantos naturales.── Sir. Elco es una de las personas que más me agrada, desearía que pudiera quedarse a mi lado antes de que inicie el torneo, ¿Podría pasar?.
León III siente que flores blancas y doradas crecen alrededor de la princesa extranjera, incluso la fragancia suave femenina surca hasta la punta de su nariz en una manera deliciosa, una vez más, la princesa de Karras no necesitaba mostrar mucho para dar a conocer su inconmensurable belleza.
──¡Por supuesto! Todo sea para nuestra invitada de honor.
──Oh, muchas gracias, su majestad.
Augusta lanza una mirada de orgullo a Rubina que solo aprieta los dientes furiosa.
«Pronto dejaras ese puesto que antes era de la Reina Margarita, te echaré a patadas de aquí.»