Augusta Belona Bianca
"La nacida en la guerra"
──── En esta vida nueva deseo protegerlo a él de todos los males existentes en este mundo que conozco sólo en los libros, así deba arrebatarle todo a la protagonista, ser cruel también es parte de ser...
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Augusta solloza con más fuerza pero se aleja un poco escuchando los quejidos y gritos, mira como Alfonso y los suyos asesinan a diestra y siniestra a los soldados que eran seguidores de la ahora muerta princesa Mirana.
──¡Maldito seas príncipe Alfonso!.
──¡Cierra la boca!.
Augusta se aleja con cuidado de su padre y hermano para correr antes de que asesinen al aparente líder de los bárbaros.
──¡Un momento! ¡Príncipe Alfonso un momento!. ──su súplica es escuchada, toma aire suficiente para hablar con más calma.── Ustedes robaron todo lo que había en la cámara real, ahí estaba la espada Caletbul, ¿Dónde está ahora?.
──¿Crees que te diré algo?. ──un golpe en su estómago le hace perder el aire, cayendo de rodillas al suelo.── La espada... Esta... Monasterio Granata.
Augusta agranda sus ojos, pronto se le acerca su hermano y padre quien la abraza en busca de consolarla.
──No puede ser, que idiotas debieron ser para poner semejante arma como botín de la cruzada.
──¡Porque íbamos a ganar de todas formas, pero por la loca que nos retuvo aquí...
Caius hizo que su única hija mirara a otro lado para que no viera la muerte violenta de aquel bárbaro.
Con la muerte del último soldado enemigo en el Reino Karras es cuando por fin la gente puede levantarse de los cimientos y celebrar por la victoria de los buenos. Augusta logra convencer al príncipe Alfonso de que se quedarán al menos una semana para que pudiera renovar sus fuerzas como el resto de su pelotón.
──Su habitación. ──Augusta hace una reverencia, ya vestía como normalmente lo hacía, consistiendo en un vestido azul de seda fina y con una manilla de oro a juego.── Lamento que no sea mucho pero las remodelaciones y limpieza es sinceramente abismal.
──Por mi esta más que bien. ──dice Alfonso, sonriendo a la contraria.── Gracias por tu hospitalidad.
──Salvaste a mi Reino de la devastación, esto es lo mínimo.
──Princesa Augusta, ¿Me odia?.
──No comprendo, sea más claro.
──Yo... Asesiné a su hermana, le pido que me perdone por haberlo hecho de tal forma.
Augusta lo mira directamente, sin flaquear.
──Al ver que mi hermana estaba a punto de matarme usted tomó la decisión que veía apropiada, salvó mi vida por segunda vez, ¿Cómo podría odiarlo por ello?.
──¿Segunda vez?.
──La primera fue cuando decidió apoyarme cuando bien podía negarse.