Augusta Belona Bianca
"La nacida en la guerra"
──── En esta vida nueva deseo protegerlo a él de todos los males existentes en este mundo que conozco sólo en los libros, así deba arrebatarle todo a la protagonista, ser cruel también es parte de ser...
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Mirana se preparaba, había llegado el día en que conocería a su prometido, su futuro esposo, al que estaría unida con cuerpo y alma por el resto de su existencia.
Siempre había soñado que aquel futuro esposo sería Zerval Onagerut, pero ahora, no tenía idea, cuando pensaba en ese futuro esposo no podía imaginar un rostro amigable.
Tantas veces pidió perdón y tantas veces que su madre le ignoró, afirmando que debía conocer las consecuencias de sus actos.
Por todo lo que pasó, llegó a distanciarse un poco de su hermano mayor, ya que él no había querido asumir la culpa que en gran parte tenía e incluso le dijo que olvidarán el tema, como si no fuera la gran cosa.
«Claro, tú no te casaras por obligación.»
Suspira, casi y nada podría hacer para remediarlo, si lo pensaba bien era evidente que debería asumir la culpa, su hermano siendo el principe heredero no podía tener su reputación manchada, él debía ser perfecto.
«Aunque ese error suyo me costó a mi toda la vida.»
Unos golpes suaves a la puerta de su habitación medio abierta le hacen cortar sus pensamientos, ahí estaba, su querida hermana menor, la única luz dentro de la oscuridad.
──Buenos días hermana, ¿Lista?.
──Si, lo estoy.
Augusta sonríe arreglando cualquier desperfecto en el peinado de Mirana, lo hace con cuidado que denota cuanto cariño le tenía, siendo hermanas eran muy unidas a pesar de las circunstancias, compartían la misma sangre que era de por si el lazo más fuerte.
──Todo estará bien, te lo prometo.
Mirana sonríe un poco en respuesta a los buenos ánimos y apoyo de Augusta quien la abraza con el mismo cuidado, ella corresponde al gesto sin dudar.
Luego de ello salen de la habitación acompañadas por el séquito de ambas al ser las dos únicas princesas de la familia real, Augusta le comenta a su hermana que su prometido ya había llegado y estaba hablando con sus padres y hermano, Mirana le pregunta si sabía quien era pero Augusta dijo que solo le habían informado sin revelar el nombre.
Mirana forma una línea recta en sus labios, ese misterio le produce escalofríos, era antinatural y no le daba buena espina.
Cuando aparecen en la puerta de entrada al gran salón privado de invitados exclusivo para momentos como esos, las dos princesas son anunciadas y entran juntas, más unidas que nunca.
──Mis pequeñas. ──llama con cariño Caius.── Vengan.
Mirana siente que agua fría cae en picada sobre su cabeza, que todas las joyas le pesan y el vestido no le deja respirar como desea, su mirada perdida se aparta de su prometido para ir con su hermana menor quien también está aterrada con solo ver aquel hombre que desposara a su hermana.
