MI USO

Cap 65 "Libertad 89"

By Blaz

Me tapaba los oídos, me escondía detrás de mi cama, totalmente de espaldas a la puerta que separaba el caos de la tranquilidad de mi cuarto.

Miré hacia delante, ella estaba vestida con su pijama rosa y jugaba con unas muñecas, Barbies o algo así. No sé, unas muñecas que le había regalado mi madre esa navidad. Ella estaba más calmada, pero porque llevaba unos auriculares que yo le había colocado previamente. Paró de repente, miró su estómago y luego dirigió su mirada hasta mi.

-Tengo hambre, Blaz. ¿Por qué no podemos salir a por algo de comer a la cocina? Llevamos aquí mucho rato. ¡Llevamos cinco horas!

No era cierto, llevábamos encerrados en mi habitación alrededor de una hora y media, pero ella aún no había aprendido a llevar el reloj, iba un poco atrasada para su edad. Se le iban un poco los números y las cantidades.

-¿No puedes aguantar un poco?- le pregunté.

Su única respuesta fue una cara de tristeza, que ya me indicaba la respuesta.
Suspiré y me levanté, y luego me giré hacia la puerta, aún se podía ver la luz y yo podía escuchar los gritos. Pero... ella tenía hambre, y yo también. Yo aún podría aguantar algo más pero ella era más pequeña, y yo tenía tanta fuerza de voluntad.

-Quédate aquí.
...

"¡Estoy harta de que vuelvas así todos los días!"

"¡Pues si tan harta estás de mi, cómeme la polla y te largas de aquí!"

"¡No digas tonterías, solo quiero que dejes de beber y que no tenga que ir a recogerte porque me han llamado desde el puticlub!"

"¡Tengo que darme vida y esas putitas bailando en esa jodida barra me dan la que tú me quitas!"

"¡Eres un cerdo!"

"¡La cerda aquí eres tú, que ya se que se la pones dura al vecino y se la chupas mientras yo no estoy!"

"¡¿Pero que estupideces estás diciendo?!"

Iba de puntillas, intentando evitar entrometerme en esa discusión...

"¡Vas a despertar a los niños!"

Y de repente, se me cayó una botella de leche al suelo, cerré los ojos con fuerza pero, se hizo el silencio en toda la casa.

Escuché unos pasos aproximarse hasta la cocina, grandes pisotones, unas grandes botas de trabajo.

Se rio al mirarme.- Parece que están despiertos, cariño.- dijo con total ironía. Mi madre vino hasta la cocina y me miró.

-Se me ha caído, lo, lo siento.- me agaché para limpiar la leche del suelo, pero antes agarré un trapo rosa del fregadero.

-¡Eh eh chaval!- me quedé petrificado en el suelo.- ¿¡Qué te crees que estás haciendo!?

-Déjalo ya. Volvamos al salón o vayamos a la cama.-dijo mi madre.

-Cállate. ¡Oye tú!- gire mi cara desde el suelo hasta dar con la suya.- ¿eres una jodida mujer?

-¡Ya basta!- pidió mi madre.

No quería contestar, algo de miedo me consumía.
-¡Te estoy hablando mocoso!- él se acercó hasta mí en pasos grandes y me agarró del cuello de la camiseta.