Veneno

51 5 11
                                    

-Bien... decente, sí, eso.

Se arregló cuidadosamente para el evento, se colocó lo que él pensaba que era lo más formal que tenía y se arregló el cabello como si de eso dependiera su vida.

Usó el perfume más caro que tenía, y mientras se lo ponía, Hirving se observaba en el espejo con una sonrisa.

Esperaba que Kevin lo notara. Esperaba que lo mirara, que su atención fuera para él, mínimo por unos momentos.

En realidad, no había tenido interacción con él desde una semana antes de salir de vacaciones de semana santa.

Recuerda el momento a la perfección. Cuando se dio cuenta que ese chico, Kevin, le gustaba.

Se lo pensó demasiado. Recordó el momento en el que Kevin lo defendió, en el que Kevin le tendió la mano y le ofreció ayuda para levantarlo.

Tan sólo con recordarlo, tomó la decisión de que llevaría a cabo su secuestro.

No le gusta llamarlo así. Sólo obligó a Santiago a permanecer en su sótano en un tiempo determinado antes de eliminarlo.

Sonrió. Ya no debía de estar pensando en ello, en Santiago.
Ya no estaba.
Ya no existía.
No tenía por qué pensar en él, no en esos momentos.

Ya había sido eliminado, y quizá el alboroto por su muerte se olvidaría cuando continuarán las siguientes eliminaciones.

De las cuales, cuando las terminaba, deseaba que ya no hubieran más, porque estaba cansado de tener que defender lo que era suyo.

Bajó las escaleras y se metió a la cocina para prepararse su infantable café por la mañana.

No sería nada sin él... ah, y sin el café tampoco.

Levantó la mirada y vio ése veneno para rata, que por alguna razón, estaba a su alcance, y no guardado en cualquier otra parte.

Oyó un golpe en su sótano. Dejó lo que estaba haciendo y fue hacía este. Generalmente Santiago hacía eso, y su castigo eran cortadas, o dejarlo sin comida por unos días.

Aunque, en realidad, lo único que le daba de comer era el pan que restaba. Incluso llegó a darle únicamente migajas.

Cómo se lo esperaba- ya que era obvio que Santiago ya no estaba ahí -, lo que provocó el estruendo fue una rata, que había tirado algunas herramientas que estaban guardadas por ahí.

La rata no pareció preocuparse por verlo, y Hirving tampoco. No les tenía miedo.

Entonces lo recordó: el veneno de la cocina.

Lo agarró, acompañado de algo de comida que le restaba, y bajó al sótano nuevamente.

Le dejó la comida, bañada en veneno, al animal, el cual, ingenuamente, se detuvo a comerlo.

Fue cuestión de tiempo cuando el animal empezó a retorcerse en el suelo hasta morir.

Rió. Si se veía tan divertido en una rata, ¿lo sería en una persona?

Por supuesto. Y todavía más si era alguno de esos dos estorbos.

Algo tenía en mente, sólo era cuestión de saber dónde, cuando, y en qué momento hacerlo. Así que, con una sonrisa, se llevó un poco del veneno.

Esperaba que cayera como aquella rata.

Kevin avanzó a través de los pasillos, con dirección hacia el centro de la cancha de la sala de deportes, donde se daría lugar el pequeño homenaje a sus dos compañeros fallecidos.

Letal Love (Kerving)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora