Lirio

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-Tienes que matarlos a todos.

Los ojos de aquellos seres lo observaron fijamente.

-¿Mmm... qué? -no comprendía por qué habían tantos seres al rededor mirándolo y tampoco comprendía qué le estaban diciendo.

-Tienes que matarlos a todos.

La voz se oía amenazante. Hirving abrazó sus piernas y intentó no mirarla directamente a los ojos.

<<Quiero a mi papi. Quiero a mi papá.>>

-¡Tienes que matarlos a todos!

Hirving lloró y se llevó las manos a la cabeza, sintiéndose presionado por las miradas.

-. P-pero... pa-papi di-dice q-que tengo que p-portarme bien -murmuró sollozando.

-¿Y vas a dejar que te quiten a Kevin?

Hirving abrió mucho los ojos, las lágrimas le ardieron. Cuando las gotas cayeron al piso, se percató que no se trataban de lágrimas, sino de sangre.

-Es lo único que puedes controlar. ¿Acaso quieres verlo con alguien más?
-¡N-no, déjame en paz!
-¡Entonces hazlo, Hirving! ¡Mátalos a todos, no dejes a nadie con vida!












-No, no, no...

Uriel movió el hombro de Hirving suavemente.
-Hirving, ya despierta -susurró.

Llevaba un rato murmurando incoherencias entre sueños, era probable que se trataran de pesadillas.

-No, no, no... no quiero matar a nadie, tengo qué portarme bien, tengo qué -sollozó entre sueños.

El grupo, que estaba sentado al rededor, volteó con dirección hacia Uriel y Hirving.

-¿Qué tiene? -curoseó Javier.
-No lo sé, siempre actúa raro -respondió César.
Hirving se removió incómodo.
-No debo matar a nadie, tengo qué portarme bien -sollozó.
-¡Hirving!
-¡Nada!

Despertó a la defensiva. Al notar que sus amigos lo miraban con pena, supo que había sufrido una pesadilla. Una rara. Podía sentir la sensación dentro todavía y quizá hasta podía seguir escuchando esa voz susurrarle en el oído.

-Mátalos a todos.

Se llevó las manos a la cabeza, apretando los dientes.

La imagen de su madre tirada en el piso se hizo presente. La sangre al rededor; manchando el piso y la pared. Luego, su padre tocándolo del hombro.

Santiago, en el sótano. Diego, con la pala. Podía sentir la sangre en sus manos todavía.

-No me he portado nada bien -murmuró.

Uriel lo tocó del hombro, con una preocupación exagerada visible en su rostro. Le era imposible comprender que todos, inclusive él, se la estaban pasando mal.

Quizás la gota que estaba derramando el vaso de todos, era la desaparición reciente de Raúl.

Ya nada podía estar peor en aquél instituto, en aquél pueblo que hasta hace unos meses, era próspero y tranquilo.

¿Por qué había cambiado tanto?

-Hirving, ¿qué tienes?
Él se levantó, con la cabeza baja.
-Nada -contestó con una voz sin vida.
-¿Seguro?
-¿Me pasas las tareas después? No me siento bien. Iré a casa.
-Pero... aún falta una hora.
-Por favor.

Letal Love (Kerving)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora