Cómo acto de amor

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Entró a la casa y cerró la puerta de un portazo. Estaba tan cargado de adrenalina que juraba que en cualquier momento explotaría.

Dejó caer el hacha al piso con un golpe sordo. Estaba tan emocionado y lleno de adrenalina que no sabía qué hacer.

Manchó el piso al soltar el hacha, pero ya después lo limpiaria. Es más; estaba todo salpicado. Al notarlo, empezó a reír cómo si la situación fuera a ser muy chistosa. Y para Hirving, lo era. Acababa de asesinar a Alejandro.
  Con cada hachazo que le daba, lo sentía menos vivo..., cómo si ya no fuera humano. Hasta sintió cómo si estuviera cortando carne de un animal cualquiera. Había sido un perfecto show..., una carnicería.

Se deslizó por la pared con una enorme sonrisa en los labios. Su corazón latía tan fuerte que creía que, en algún momento, simplemente se iba a detener.

Se llevó una mano a la máscara y se la quitó. Aún podía sentir los labios de Kevin sobre los suyos, presionando con los suyos dulcemente, había sido un beso tan sangriento y apasionante a la vez que era capaz de derramar toda la sangre que fuera posible para conseguir otro beso. Uno mejor.

La carita de horror con la que Kevin lo vio lo hizo enternecerse. Habría sido una víctima perfecta. Se preguntaba cómo sería apuñalarlo. Seguramente se sentiría mejor que apuñalar a cualquiera de esos estorbos, sin embargo, no se atrevería jamás a hacerlo.

Se miraba tan indefenso, en shock, deseando con toda su alma y quizás rezandole a Dios para que no lo matara. Pero por supuesto que Hirving no lo mataría.
Recogió el hacha antes de que llegara una visita inesperada cómo el otro día.

Moría de ganas de revivir el momento. De tocar el arma, sentía su propia sangre correrle por las venas. Todo fue un deleite; Alejandro gritando, la sangre salpicando por todas partes y Kevin totalmente inmóvil en el piso.

Bajó al sótano a dejar el hacha en su lugar. No se molestó en limpiarla, quería que quedara cómo un recuerdo de aquél día que hasta le era posible saborear... sí, sabía cómo a un pastel de chocolate...

Escuchó un grito ahogado a sus espaldas. Ah, sí. Olvidaba que estaba casi bañado en sangre. Ciertamente le generaba asco tener sangre de Alejandro chorreandole por todo el cuerpo, pero también lo hacía verse más imponente. Hacía que su simple precensia que ya de por sí era incómoda diera todo el terror que quería generar.

Hirving le dejó ver su imborrable sonrisa a Raúl, totalmente orgulloso y sin importarle lo ensangrentado que estaba ya.

—Tú... —lo miraba con ojos de horror, pero nada parecidos a los de Kevin.
—Maté a Alejandro —informó, sin más. Raúl lo miró asqueado.—. Oye, agradece que no fuiste tú. Porque, pudiste haber sido tú, eh.
—¿¡Alejandro!? ¡¡estás loco!!

Siguió sonriendole. Seguro que estaba aterrado, pero no tanto cómo Kevin. Ay, se veía tan tierno horrorizado y mojando sus pantalones, pobre Kevin.

Se quitó los guantes manchados, el suéter y la camiseta que traía puesta, y los soltó por ahí, dejando su pecho descubierto.

Raúl desvío la mirada entre asqueado y incómodo.

—. Quiero irme de aquí...

Hirving lo ignoró. Se sacó otras prendas más que estaban manchadas y las dejó en un cesto. Su sonrisa seguía imborrable en su rostro. Estaba tan feliz y contento por el beso que era posible que no se le quitara esa sonrisa en una larga semana.

—Hoy le di mi primer beso —dijo de la nada—. Kevin estaba ahí —empezó a contar—, y Alejandro estaba cómo un perro detrás de él. Entonces, llegué por atrás y maté a Alejandro de unos cuantos hachazos. Jaja..., hubieras visto a Kevin, se quedó en shock, no sabía que hacer. Aproveché aquello para besarlo. Ay, dios... fue el mejor beso que di en mi vida.

Letal Love (Kerving)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora