Caída en picada

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Papá, ¿a dónde vas?

Rafael dejó a Kevin y a Luis en casa, pero se preparaba para salir nuevamente de emergencia.

—Llamaron de la policía. Va a haber otra reunión, al parecer hubo un accidente que me involucra. No dieron más detalles al respecto. Por favor no salgan de casa, asegúrense de que las puertas y ventanas estén cerradas. Hay comida y no hace falta que salgan por nada, ¿entendido?

Kevin y Luis asintieron a las  indicaciones que Rafael les dio. Una curva de pensamientos catastróficos hizo que la mente de Kevin chocara y se hiciera un desastre.

Muchos escenarios catastróficos atravesaron la cabeza como si fuera una filosa y gruesa lanza.

Las lágrimas ya se abrían paso entre sus ojos. Aguantó para que Rafael no lo viera quebrarse. Con la noticia era suficiente.

—Adiós, cuídense. Te quiero Kevin —despidió Rafael con una sonrisa diminuta, que no sirvió para calmar a los dos jóvenes.

Se fue de la casa, arrebatando de Kevin la paz que luchó por conseguir desde que inició el día.

Luis acarició su espalda cuando Rafael los dejó. Kevin se lanzó a abrazar a su mejor amigo, necesitado de consuelo físico. Porque los pensamientos que llamaba "feos" dominaron su mente.

Cerró los ojos, se vio a él mismo, salpicado de líquido carmesí, y frente a él, tendido en el suelo, el cuerpo de Alejandro, con el asesino frente a frente.
  Temía encontrarse en peligro mortal y volver a quedar como un inútil miedoso, paralizado, sin poder mover ni un músculo. Si no cargase con él tanta suerte, hubiera sido el primero en marcharse de ese mundo.

—Estaremos bien —calmó Luis inútilmente, acariciando la mejilla de Kevin, que insistía en que no era así. Todo en su cabeza advertía que era mucho peor.

—Alguien está muerto, alguien está muerto, alguien está muerto —repitió, al borde del colapso— yo lo sé, lo puedo sentir Luis, lo siento en mi corazón —chilló en su pecho, desconsolado, Luis lo abrazó con fuerza.

—¡Kevin!, eso no lo sabes. No pienses en eso.
—No puedo pensar en otra cosa que no sea muerte, Luis. Perdóname.
—Está bien, bien. Ven —invitó a que tomaran asiento en el sofá cercano.— te tienes que calmar un poco.
—Luis, estoy aterrado —sollozó. Luis no pudo responder, porque con el sufrimiento que Kevin demostró, no había que hacer.

—Por las noches me es imposible dormir. La sangre, las caras, la oscuridad..., hay un peligro constante a donde voy. Luis, no importa a dónde vaya, el asesino estará ahí.

Entre sollozos y el desahogo, se le ocurrió la terrible idea de contarle a Luis lo que aquella vez pasó.

Cuando el asesino, después de acabar brutalmente a Alejandro, se acercó a regalarle el beso más pasionista que nunca antes dio en su corta vida.

—Kevin —dijo—, no sé que responderte. Pasaste mucho estos últimos meses y yo no estuve ahí. Me siento un todo y nada a comparación.
—Lo siento. Debo recomponerme. Pienso y digo cosas de las que me suelo arrepentir luego.

Kevin se alejó del sofá a buscar agua y pastillas para el desastre que era su cabeza. Luis no tardó en seguirlo.

Sin embargo, Luis guardó silencio, en lo que Kevin se entretenía buscando la medicina y sirviendo su agua. No estuvo seguro de soltar otro consuelo, porque para la situación que Kevin vivió, no hay cómo dirigirse.

—No digas nada —alertó echándose la pastilla a la boca. Bebió el agua y tragó profundamente—. Llama a Jude ¿sí? ¿Puedes?

Luis no le dijo nada. Se le acercó y lo abrazó por detrás. Kevin curvo sus labios con una sonrisa. Los abrazos de Luis podían decir más que mil palabras. Era un defecto suyo que convirtió en una virtud.

Letal Love (Kerving)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora