Dañados

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Regresó a su casa a eso de las 10:00 de la noche. Ya todo el vecindario estaba a oscuras. Para su suerte -si así podía llamar a eso de "seguir con vida"-, no lo había atacado nada.

No sabía si esperaba que al salir pasara lo de hace unos días o que era lo que quería, pero fue una completa tontería haber salido de casa así.

Entró a su casa como si nada. No asustó por el silencio. Ángel pensó que quizá su padre lo estaría esperando en la sala y no estuvo equivocado.

-¿Ves, Óscar? Te dije que volvería -le espetó su padre.
-¡Ángel! ¿Por qué saliste así nada más? -su hermano en cuanto lo vio entrar a la sala lo abrazó.
-Veo que por fin algo de mí les interesa -recibió frío a su hermano.
-No digas eso. ¡Estábamos a punto de llamar a la policía para que te fuera a buscar!

Luis Ángel ya no dijo nada. Apartó a su hermano de encima y intercambió miradas frías con su padre antes de darse media vuelta y irse a su habitación. Al día siguiente ya tenían que volver a clases.

<<¿En qué estaba pensando?>>se regañó entrando a su habitación.
Se quitó lo que traía puesto y no se molestó en ponerse otra cosa para dormir.

Se fue a dormir enfadado. Aunque le costó hacerlo al principio, porque no paraba de pensar en ése tal André con el que iba a casarse muy pronto.
Sin embargo por extraño que hasta a él mismo le pareciera, no estaba tan preocupado por eso. Lo que lo mataba de ansiedad era saber como debían estar sus amigos.

No quería irse sin que el asesino pagara por sus acciones. ¿Y se iba, abandonando a sus amigos con un asesino? No tendría el tiempo de despedirse o hacer algo...

Alguien tocó a su puerta cuando ya iba a acostarse. Se levantó a abrir, ya que había cerrado con seguro.

-Luis Ángel -su padre suspiró, parecía cansado de verdad -. No vine a regañarte por haberte ido. Estás en peligro por lo que te sucedió y no quiero que salgas más.

Ángel ya no se pondría a pelear. Su padre tenía razón. Quizá ya era momento de dejar de hacer esas cosas.

Sin embargo, sentía que esta visita no era en sí por lo ocurrido. Parecía querer hablar de otra cosa.

-¿Viniste para contarme sobre ése hombre, no? Déjame adivinar.
-Ángel...
-Dímelo.
-Esto quizá te alegre. Él estuvo conmigo en el instituto, donde tú estás ahora. Él y yo ya nos conocíamos de antes, así que es alguien en el que podemos confiar.
-Nunca hablaste sobre eso. Suena..., raro.
-Es alguien de confianza. Así te sentirás más seguro.

Eso, a decir verdad, no sonaba mal. Si ya era alguien conocido de antes, quizá su padre tenía razón; podrían confiar en aquél hombre.

Eso no cambió su opinión sobre el rechazo hacia el matrimonio y a mudarse de país, pero por otro lado, aquello le generaba algo más de tranquilidad.

Entonces esa noche podría dormir tranquilo.


















La pequeña familia de los Jiménez se encontraba en su humilde hogar. Hubiera agregado que estaban en <<"armonía y tranquilidad">> pero eso ya no describía a Raúl en esos instantes.

A nadie, en realidad. Ni a mí.

Además de estar con el peor humor posible, esa estúpida voz en su cabeza estaba sacándolo de quicio.
No sabía que era peor; oírla y no poder detenerla porque no sabía qué era, o oírla teniendo en cuenta que se podía tratar de una enfermedad muy seria.

Y pues el mayor miedo de su vida era acabar en el "loquero" como llamaba su padre al psiquiátrico.
No por como lo tratarían, sino porque de seguro era algo muy costoso. Y con la economía actual, quizá prefería soportarlo.

Letal Love (Kerving)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora