Letal Love (Kerving)

Nació el amor

Esos terribles días se le vinieron a la cabeza cómo un recuerdo desbloqueado. Cómo si hubiera abierto los candados de un baúl bien cerrado.

Hirving se quedó completamente mudo, teniendo en mente en menos de un minuto todos los acontecimientos de hace un año plasmados, los cuales no se detenían.

—¡Vaya! Siento haberte hecho recordar eso —se disculpó Kevin al notar lo que para él era un estado de shock.
—No pasa nada...

Sus días eran un verdadero infierno, cada segundo, cada minuto que pasaba era peor. Extrañaba a su padre, extrañaba a su madre, pero no tenía a nadie con quién hablar de ello.

Las personas lo miraban terriblemente, lo jugaban con la mirada. No hablaba con nadie, no tenía a nadie con quién siquiera sonreír.

Sus cortadas le hardian, no obstante, no podía permitirse dejar de cortarse, porque lo hacía sentir que todo estaría bien, cuando él mismo sabía que no era así. Tan sólo provocaba que fuera más infeliz día con día.

El instituto era aburrido, nunca le gustó estudiar en realidad, lo hacía porque su padre lo obligaba, y porque no quería una decepción de parte de él.
Debía de estar orgulloso, pero mantener el orgullo era difícil. Más si tenía que lidiar con cosas que ni su propio padre sabía.

Con tristeza, cada día era lo mismo, y debía hacerlo con ganas y de buen modo, porque no tenía de otra. Su única obligación era estudiar.

Cualquiera pensaría que por tener tanta riqueza a su merced, no tendría de qué preocuparse, porque, cualquiera, de igual manera, diría que ya tenía la vida resuelta, pero no era así, sino todo lo contrario.

Cada día se levantaba con menos ganas de vivir. Su padre nunca estaba, su enorme hogar a diario estaba abandonado, con un silencio sepulcral a diario.
Los pájaros no cantaban por las mañanas, no había mascota que ladrara o maullara, y Hirving no tenía las ganas suficientes de hablar consigo mismo.

Vivía con la misma rutina de todos los días, con la diferencia de que cada día era peor y más aburrido que el otro.