Luz tardía

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-La casa de Uriel está cerca de aquí.
-¿Cómo sabes eso?
-Conozco a mis amigos. Además, él me dijo que si necesitaba algo, fuera.

Apartó un poco a Luis Ángel y se agachó junto a Raúl, que seguía sobre sus rodillas llorando.

-¿Raúl?
Él no parecía escucharlos. Seguía llorando.
-Creo que va a ser difícil llevarlo hasta casa de Uriel -Ángel se cruzó de brazos preocupado.
-No hay otra alternativa, desde ahí podemos llamar a la policía. Aquí no hay señal ni nada parecido. ¿Traes tu celular? Porque yo no.
-... tampoco lo tengo conmigo.

Ángel suspiró y se agachó junto a Carlos y Raúl.

-Raúl -llamó, pero él siguió llorando. -. No creo que esté en sus cinco sentidos, Carlos.
-Ya sé. Hay que levantarlo.

Creyeron que sería complicado, pero en su lugar él siguió llorando, sin importarle que lo tocaran y lo levantaran del suelo.

-Raúl, ¿me escuchas?, Raúl -llamó Ángel, que empezaba a desesperarse por el llanto de Raúl.

Carlos tomó las manos de Raúl y con esfuerzo las apartó de su rostro para poder verlo.
-Raúl -llamó - no estás en peligro. Aquí estamos. Estás a salvo.
Sólo así consiguió que dejara de llorar y le prestara un poco de atención.
-. ¿Puedes decirnos que ocurrió? -esta vez intervino Ángel.
-Estás empapado y herido, pero te vamos a ayudar. Qué bueno que sigas con vida...

Raúl no dijo nada. Primero miró a Carlos, y luego a Ángel cómo si fueran unos extraños. Luego, simplemente volvió a echarse a llorar.

-¡No, no, no llores!







Tranquilizarlo era un problema. Ángel y Carlos tuvieron que tomarlo de ambos brazos y ayudarlo a caminar cómo si fuera un niño, porque sus piernas estaban muy débiles y heridas y parecía que se había golpeado todo el cuerpo.

-¿Quién pudo haber sido? ¿Ves esas heridas? ¡Sólo alguien realmente malo las haría!
-No lo sé, pero ya me está dando muchísimo miedo... Al menos sabemos que Raúl nunca estuvo muerto -suspiró Ángel.
-¿Qué crees que le haya pasado? No dice nada.
-. Debe estar en shock o algo así, no lo sé... deben ser las heridas. Tenemos que llevarlo a que se recupere... para que nos diga quién es el asesino que casi nos mata a mí y a César.

Era un alivio para ellos saber que Raúl no estaba muerto cómo antes habían creído, pero las preguntas eran demasiadas en su cabeza.

¿Qué era lo que le había sucedido? ¿Quién lo había tenido tanto tiempo y por qué no estaba muerto? No podían esperar para que recuperara sus sentidos y les contara todo...

-¡Allá está la casa de Uriel, rápido!
-¡Qué milagro! -dijo Ángel. Luego empujó a Carlos hacia la puerta cuando ya iban llegando.-. Toca tú.

Mientras Carlos tocaba Luis Ángel cuidaba de Raúl, que en realidad no necesitaba cuidado porque solo estaba temblando con la mirada baja.

Carlos tocó una segunda vez con mayor insistencia. Nadie respondía.
-¿Están sus padres?
-Uriel es cómo yo. ¿Sabes cuantas veces les he visto la cara a mis padres?

Volvió a tocar la puerta, nada. No fue hasta el quinto o sexto toque que Uriel abrió la puerta de su casa, con la misma cara de enfado que tenía desde que entraron a la escuela.

Carlos quiso al menos sonreírle, pero su emoción era más que una simple sonrisa.

Uriel lo miró de arriba a abajo con extrañez.

-Creo que te lo tomaste muy literal, Carlos. No esperaba que fuera hoy y de una lo que te dije.
-No hay tiempo, Uriel. Ángel y yo...

Ángel hizo a un lado a Carlos para enseñarle a Uriel lo que tenía entre las manos. Carlos suspiró con vergüenza, le costaba trabajo hablar.

Letal Love (Kerving)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora