Capítulo 5

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Alice a la mañana siguiente se dirigió al hospital, marcó su hora de ingreso en el libro y fue hacer sus deberes que consistían en atender a los pacientes que llegaban de emergencia por algún resfriado, fractura, cortes y lo básico realmente.

— Hola querida, mi nombre es Marta y acabo de cortarme accidentalmente mientras picaba una cebolla. — Una señora muy educada y de pelo blanco se encontraba sentada en la camilla.

— Hola, mi nombre es Alice. Permítame ver su herida. — Mientras Alice revisaba la herida de la señora le preguntaba su edad, si era hipertensa, diabética y las cosas generales para llenar una ficha. — Su herida es muy profunda por la necesitará sutura pero tranquila por qué no le dolerá, me han dicho que tengo manos de ángel. — La anciana sonreía amorosamente.

— Debo decirle señora que está en muy buenas manos, por cierto, soy la doctora Blanchett y está señorita tiene manos de diosa. — Alice enrojeció ante tal comentario, no sabía que Cate estaba en aquella habitación.

Cate de vez en cuando supervisaba a todos sus alumnos pasantes y se topó con su favorita, la castaña y una escena tan tierna con una anciana.

— Eso se ve a plena vista doctora. — Cate dejó a Alice para que realizará su labor y se retiró a observar a los siguientes alumnos.

Hoy la rubia vio llegar a la castaña más hermosa de lo habitual, se notaba que se encontraba en su plena juventud, estaba muy fresca y ese hermoso pelo nunca le hacía caso, siempre se le salía un mechón de cabello ondulado por su frente. Alice siempre ha sido una chica alta a la que le encanta correr. Para ella, correr era una forma de terapia, una manera de escapar de sus problemas y estados emocionales intensos. Su cuerpo atlético y sus curvas definidas, con un trasero prominente y unos pechos redondos y hermosos, no pasaban desapercibidos. Últimamente, Cate no podía evitar observarla con más atención desde que la castaña le había confesado sus sentimientos, y por otro lado, a la rubia le pareció raro que ella no se acercara a saludarla como siempre lo hace, por lo que luego debería desocupada la llamó.

— Alice, ¿puedes venir un momento? — preguntó Cate desde la puerta de su oficina, tratando de mantener una voz firme.

Alice entró, nerviosa pero intentando mantener la compostura.

— Claro, doctora. ¿En qué puedo ayudarle?

Cate la miró fijamente, sintiendo una oleada de deseos que intentó controlar. Esas hilarantes frases provocan muchos deseos en su interior, sonaba tan sexy.

— Necesito que revises estos expedientes. — Le entregó una carpeta, sus dedos rozando ligeramente los de Alice.

Alice sintió un escalofrío, pero no apartó la mano de inmediato.

— Sí, doctora. — dijo su voz apenas un susurro.

Cate notó la tensión en el aire y decidió alejarse antes de hacer algo de lo que pudiera arrepentirse.

— Gracias, Alice. Puedes irte ahora. — dijo tratando de sonar profesional.

— De nada, doctora. — la castaña se dio la vuelta, con el corazón latiendo rápido, sintiendo que los ojos de la rubia la seguían mientras salía de la oficina.

Más tarde, en el hospital, Cate y Alice compartieron otro momento tenso mientras trabajaban juntas en una cirugía.

— Alice, pásame el bisturí. — pidió Cate, intentando concentrarse en el paciente.

Alice le pasó el instrumento, sus manos temblando ligeramente al rozar las de Cate.

— Lo siento, doctora. — se disculpó, sintiendo su rostro enrojecer.

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