Alice se encontraba en la sala de partos, preparándose para asistir a Isabel, la paciente que daría a luz a las diez de la mañana. Mientras se familiarizaba con el lugar, revisaba que todos los instrumentos estuvieran en su lugar: el monitor fetal, las pinzas de cordón umbilical, el equipo de reanimación neonatal. Estaba decidida a evitar cualquier percance.
— Asegúrate de que la mesa de instrumentos esté completamente estéril, Alice — dijo Amanda, su hermana pelirroja y supervisora. Amanda siempre tenía un tono de superioridad en su voz, combinando su inteligencia con una actitud imponente y a veces, cruel.
— Sí, doctora — respondió Alice, ajustándose la mascarilla. Se había preparado mucho para este día, practicando cesáreas y partos normales con Cate, su mentora y amante.
Isabel llegó temprano para ser preparada. Alice la recibió con una sonrisa tranquilizadora.
— Hola Isabel, vamos a tomarte los signos vitales y ayudarte a relajarte, ¿de acuerdo? — dijo Alice, intentando transmitir calma.
Isabel asintió nerviosa mientras Alice le tomaba la presión arterial y monitoreaba sus contracciones con el cardiotocógrafo. En ese momento, Amanda entró en la sala con su porte imponente.
— Alice, asegúrate de mantener la paciente hidratada y revisa su dilatación cada hora. No quiero sorpresas desagradables, ¿entendido? — ordenó Amanda, con un tono que no admitía réplica.
— Entendido, doctora — respondió Alice, aunque en su mente sabía que podía manejar la situación sin los constantes recordatorios de Amanda.
Mientras Isabel respiraba profundamente, Alice la animaba.
— Estás haciendo un trabajo increíble, Isabel. Recuerda, cada contracción te acerca más a tu bebé.
Amanda observaba desde un rincón, con una mezcla de desaprobación y vigilancia. A pesar de su dureza, Amanda sabía que Alice era capaz. Pero su objetivo era claro: mantenerla bajo su control y, si era posible, alejarla de Cate.
El tiempo pasaba y Alice realizaba los chequeos de dilatación con cuidado. Cuando Isabel alcanzó los diez centímetros, Alice informó a Amanda.
— Doctora, Isabel está completamente dilatada. Está lista para empujar.
Amanda asintió, tomando el control de la situación.
— Bien, Alice. Asegúrate de seguir mis instrucciones al pie de la letra. Prepara el equipo de emergencia por si hay alguna complicación.
El parto avanzaba y Alice seguía las indicaciones de Amanda, manteniéndose profesional a pesar de la tensión. Finalmente, tras varios minutos de esfuerzo intenso, el llanto de un bebé llenó la sala.
— Excelente trabajo, Isabel. Tu bebé está aquí — dijo Alice con una sonrisa, mientras colocaba al recién nacido sobre el pecho de su madre.
Amanda supervisaba, con una leve sonrisa de aprobación. Tal vez, solo tal vez, su hermana estaba demostrando ser más competente de lo que había anticipado.
Mientras limpiaban y organizaban la sala tras el parto, Alice no podía evitar pensar en Cate. Sabía que no la vería hasta el final de su turno, pero eso no disminuía su deseo de compartir con ella los detalles de su día.
Amanda se acercó a Alice mientras esta terminaba de guardar los instrumentos.
— Buen trabajo, Alice. Pero recuerda, siempre hay espacio para mejorar — dijo Amanda, su tono aún imponente pero con una chispa de reconocimiento en sus ojos.
— Gracias, doctora. Lo tendré en cuenta — respondió Alice, con una mezcla de orgullo y determinación.
El día había sido largo, pero Alice sabía que cada experiencia la acercaba más a convertirse en una excelente doctora, con la guía de Cate y a pesar de los obstáculos que Amanda ponía en su camino.
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Emergency de un romance
RomanceEn el corazón del Reino Unido, en la pintoresca ciudad de Cotswold, se desarrollará una historia cautivadora entre la renombrada doctora Cate Blanchett y su alumna Alice Evans. La doctora Blanchett, una eminente académica, ha dedicado su vida a la m...