Capítulo 2

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Desde aquel episodio en el que Alice prometió cuidar a Cate, entre ellas se fortaleció una hermosa unión con el pasar el tiempo. Alice la cuidaba con un fervor que iba más allá de la mera amistad, sintiendo una profunda lástima por el estado emocional de Cate. Para el mundo exterior, Cate, la hermosa y respetada doctora de ojos azules, mantenía una fachada impecable. Pero Alice, con su mirada castaña y pelo ondulado, veía más allá de esa fachada, notando la tristeza y la vulnerabilidad que Cate ocultaba.

Una tarde, mientras estaban en la casa de los Blanchett, Alice y Cate se encontraban en la cocina. Alice había preparado una taza de té para Cate, queriendo ofrecerle un momento de calma.

— Gracias, Alice. Siempre tan atenta — dijo la rubia, aceptando la taza con una sonrisa cansada.

— Es lo mínimo que puedo hacer, Cate. Quiero que te sientas bien — respondió la castaña, mirándola con ternura.

Cate se sentó en la mesa de la cocina, tomando un sorbo de su té. Alice se quedó de pie, observándola con una mezcla de admiración y preocupación.

— ¿Alguna vez te he dicho cuánto te admiro? — preguntó rompiendo el silencio.

Cate levantó la vista, sorprendida por la pregunta.

— No lo suficiente, parece — respondió intentando bromear, pero con un toque de seriedad en su voz.

— Es en serio, Cate. Eres una mujer increíble. Eres hermosa, inteligente y fuerte. No entiendo cómo alguien como John no puede verlo — dijo Alice, acercándose y sentándose frente a ella.

— Gracias, pequeña. Eres muy dulce. Pero a veces siento que eso no es suficiente — admitió Cate, bajando la mirada.

Alice extendió su mano y tomó la de Cate, sintiendo un suave temblor en sus dedos.

— Para mí, eres suficiente. Más que suficiente — dijo Alice, sus ojos avellana llenos de sinceridad.

Cate la miró fijamente, una mezcla de sorpresa y algo más en sus ojos azules. Había algo en la manera en que Alice la miraba que la hacía sentir vista, comprendida y extrañamente deseada.

— Me gusta tu compañía. Extrañamente haces que me sienta mejor. Me pregunto qué es lo que haces conmigo, niña.

— Primero, gracias. Y segundo, no soy una niña, soy una joven. Deberías saberlo, tú eres doctora… ya sabes, las fases de la edad y todo eso — bromeó Alice.

— Aunque la ciencia diga una cosa, tú siempre serás “mi pequeña” para mí. Te vi prácticamente crecer.

— Entonces vas a tener que hacerte a la idea. Por lo menos deja el apodo de “pequeña”, pero ve mirándome como una adulta.

— Tienes razón, corazón, se me es difícil, pero lo intentaré.

Los días pasaban y la relación entre ambas se volvía más íntima. Pasaban horas conversando, riendo y compartiendo silencios cómodos. Alice se daba cuenta de que su admiración por Cate estaba evolucionando en algo más profundo y complicado. Estaba enamorada de ella, aunque sabía que para Cate, siempre sería "su pequeña" y una “niña”.

Un día, mientras veían una película en el sofá, Alice notó que Cate parecía estar a punto de llorar.

— Cate, ¿estás bien? — preguntó Alice, preocupada.

— Sí, solo es la película. Es muy emotiva — mintió Cate, intentando mantener la compostura.

— Puedes confiar en mí, Cate — dijo Alice, acariciando el rubio cabello de la doctora.

Emergency de un romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora