Capítulo 25

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Bajo el resplandor de luces de colores que se balanceaban suavemente en las palmeras y el murmullo distante de la música tropical, Cate y Alice se movían con gracia entre la multitud animada. Cate, con su vestido blanco que ondeaba con elegancia al ritmo de la brisa nocturna, irradiaba un encanto maduro y seductor. Mientras tanto, Alice destacaba por su frescura y juventud en su falda y bikini blancos, atrayendo miradas con cada paso que daba.

— Cate, me muero por arrancarte ese vestido ahora mismo y dejar claro que solo yo tengo el derecho de admirarte y tocarte. No entiendo por qué siguen mirándote cuando estás conmigo. Eres simplemente deslumbrante — susurró con un tono cargado de deseo.

— Mi amor, siento lo mismo por ti — respondió Cate con voz suave, mirándola profundamente con ojos llenos de afecto y posesión. — No quiero que nadie más te mire; solo deseo que seas mía.

De repente, Alice se llevó una mano a la frente y dramáticamente se quejó:

— Doctora Blanchett, me siento mal... creo que tengo fiebre...

El corazón de Cate se aceleró de preocupación genuina y con delicadeza colocó su mano en la frente de Alice.

— Cariño, ¿estás bien? — dijo con suavidad, notando que Alice tenía una temperatura normal, lo cual la hizo reír. — Eres una pequeña mentirosa... pero también eres irresistible — añadió con una risita juguetona, atrayéndola hacia sí misma. — Pero si quieres, puedo ayudarte a sentirte mejor y bajar esa calentura.

— Sí, por favor... — susurró Alice con voz entrecortada, acercándose a su oído con un brillo travieso en sus ojos. — Llevémoslo a un lugar más oscuro y hazme tuya con toda.

Las palabras de Alice resonaron en el oído de Cate, provocando un escalofrío de deseo y amor en su interior. En esa cálida noche de verano, entre las luces danzantes y el susurro de la brisa tropical, Cate se dejó llevar por el impulso y de manera juguetona llevaron su pasión a la parte más oscura. Allí, compartieron un momento de desenfreno, con risas contenidas y algún que otro roce accidental que añadía a la complicidad del momento. Aunque la gente pasaba cerca, ninguna mirada perturbó su intimidad y tampoco se veían.

— Ohh... sí, Cate, justo ahí... Es exquisito… — susurró la castaña, aferrándose al cabello de la rubia. — Tu lengua es tan dulce y seductora... Mmhh… — Alice se aferraba a los cabellos rubios y sedosos de Cate.

Finalmente, un éxtasis sublime envolvió a la castaña frente a la playa más hermosa que sus ojos habían contemplado. — Cate eso fue delicioso, nunca me defraudas. — decía agitadamente Alice.

En la penumbra de la playa, ocultas entre las sombras de la fiesta al aire libre, se encontraban ellas. La rubia, con los ojos brillando de excitación, susurró con voz entrecortada: — Guarda silencio, pequeña, y ahorra esas energías para darme el mejor oral.

Alice respondió con una sonrisa traviesa: — Lo que desees, mi rubia preciosa. — Se deslizó hacia Cate, sintiendo la arena tibia bajo sus rodillas, y comenzó a darle placer con su lengua con una mezcla de pasión y delicadeza.

Los sonidos de la fiesta y las olas rompiendo en la orilla se mezclaban con los susurros y gemidos de Cate, quien apenas pudo contener sus suspiros. — Mmhh... sí, Alice — murmuró finalmente entre jadeos, dejándose llevar por la intensidad del momento hasta alcanzar un glorioso orgasmo.

Después de aquel acalorado y travieso momento, se reían y se besaban, riendo por la locura que habían compartido al aire libre. Regresaron a la fiesta y bailaron bajo el cielo estrellado, cada caricia y susurro intensificando la electricidad entre ellas. El calor de sus cuerpos se mezclaba con la calidez de la noche tropical.

Emergency de un romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora