Capítulo 8

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El aroma del café recién hecho llenaba la cocina mientras el sol de la mañana se filtraba tímidamente por las ventanas, bañando la habitación con una luz dorada. Chloe y Cate estaban sentadas a la mesa, cada una con una taza de café y un plato de tostadas con mermelada. Las risas y las historias compartidas entre bocados creaban un ambiente cálido y acogedor, como lo hacían casi todas las mañanas desde hacía once años.

— ¿Recuerdas cuando intenté hacer pastel de chocolate por primera vez? — preguntó Chloe, riendo suavemente mientras untaba mermelada en su tostada.

Cate sonrió, asintiendo con la cabeza. — ¡Cómo olvidarlo! — dijo. — La cocina quedó hecha un desastre, pero el pastel estaba delicioso.

Chloe se echó a reír. — Sí, bueno, el desastre fue culpa del chocolate que explotó en el microondas, pero aprendí la lección.

El sonido de la lluvia comenzó a golpear suavemente contra las ventanas, recordándole a Cate el día en que conoció a Chloe. Su mirada se volvió un poco más distante, recordando esa mañana lluviosa en el hospital.

— Mamá, ¿estás bien? — La voz de Chloe la sacó de sus pensamientos.

Cate la miró, sus ojos llenos de cariño. — Sí, amor, solo estaba recordando cómo llegaste a nuestras vidas.

Chloe sonrió. Sabía la historia, pero siempre le gustaba escucharla de nuevo, como un cuento antes de dormir.

Cate tomó un sorbo de café y comenzó a relatar. — Era una mañana lluviosa, muy tranquila en el hospital. De repente, una mujer llegó de urgencias. Había tenido un grave accidente. En medio de su lucidez, solo pudo decir: "Somos yo y mi hija". Después, no volvió a abrir los ojos.

Chloe asintió, escuchando atentamente.

— Yo asistí en su parto — continuó Cate, su voz cargada de emoción —. Y allí estabas tú, una niña hermosa. Desde ese momento, sentí un vínculo especial contigo. El director del hospital me sugirió que te adoptara, ya que nadie había venido a reclamarte y tú te habías encariñado conmigo. John también pensó que era una buena idea, así que decidimos que formarías parte de nuestra familia.

Chloe miró a su madre adoptiva con admiración. — Para mí, tú siempre has sido mi madre, Cate. Y también amo a John como a un padre. No necesito a nadie más.

Cate sonrió, conmovida. — Y nosotros te amamos más de lo que puedes imaginar. Eres el mejor regalo que la vida nos ha dado.

La lluvia seguía cayendo, creando una melodía suave contra los cristales. La cocina estaba llena de calidez, no solo por el café y las tostadas, sino por el amor palpable entre madre e hija. La historia de cómo Chloe llegó a sus vidas no era solo un recuerdo, sino un recordatorio constante de que las familias se forman de maneras inesperadas y hermosas.

— Mamá, por cierto, quería platicarte acerca de Alice.

Cate se puso muy nerviosa, quizás la castaña le había dicho algo a su hija. — Claro, dime.

— Bueno, más bien quería preguntarte si tú la has visto con una chica en las pasantías del hospital.

— Chloe, no me fijo en esas cosas, pero no la he visto. ¿Por qué la pregunta?

— Ya sabes... estuvimos hablando de cómo nos va a tratar la vida y me comentó que estaba enamorada de una chica.

— Mm... entiendo... — dijo pensativa Cate — pero no he visto nada fuera de lo habitual.

— Me ha dicho que se han besado, pero que la chica le confunde porque luego la trata como si nada hubiera pasado entre ellas.

— Qué mal... — Cate se sentía tan incómoda con aquella conversación —. Lamentablemente hay personas sin responsabilidad afectiva.

Emergency de un romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora