Luego de aquella charla intensa entre la castaña y la rubia, ambas tomaron un poco de distancia. Cate estaba preocupada por su trabajo como docente en la Universidad de Cambridge, pero no podía dejar de pensar en las palabras y la confesión de amor de Alice. Por su parte, Alice estaba ocupada con sus estudios, ya que se encontraba en su quinto año de medicina. Su mentora y profesora era nada más y nada menos que Cate Blanchett, y la joven no podía sacarse de la cabeza esos hermosos ojos azules que la perseguían a donde fuera.
— ¿Acaso no crees que la doctora Blanchett es muy creída? — Una compañera de turno hablaba con otra compañera sobre Cate.
— No permitiré que te expreses así de la doctora Blanchett, deberías dejar de ser chismosa quizás así aprenderías más. — Ambas quedaron con la boca abierta por aquella inesperada intervención.
La castaña no permitiría que nadie se expresara así de su rubia, ella era la mejor en todos los sentidos. No podía andar por la vida sonriendo o siendo simpática; además, se viene a trabajar y a estudiar, no a hacer vida social. De esta manera, tendría el lugar que tiene de “jefatura de doctora”. Cate desde lejos divisaba algo de molestia en la cara de Alice frente a sus compañeros, e intuía que algo estaba pasando, por lo que la llamó a un lado donde nadie podía verlas.
— Señorita Evans, venga. — trataba de sonar autoritaria para que sus compañeros no pensaran que con la castaña tenía un trato especial.
Alice se acercó hasta llegar a su lugar.
— Dígame, doctora Blanchett. — aún estaba molesta por lo que sus compañeras habían comentado, así que su tono de voz se escuchó un poco pesado.
— ¿Estás bien? Te ves un poco molesta.
— Sí, todo está bien. — bajó la mirada, apenada. No le gusta que se expresen así de su rubia, solo lo hacen porque no la conocen.
— No me mientas, te conozco. Mira, si algo te molesta o te están molestando, solo me dices, bueno. No dejaré que nadie te moleste.
— Gracias, Cate. — inesperadamente, la castaña, antes de irse a sus labores, le robó un beso en la mejilla a la rubia, dejándola sorpresivamente estática.
Esa tarde Cate no dejaba de pensar en Alice y lo que le hizo sentir con ese simple beso en la mejilla. Ese beso no se comparaba a esos saludos o despedidas de besos en la mejilla, o esas caricias de manos, o esos abrazos impulsivos llenos de amor. Esta vez se sentía diferente, ya que sabía acerca de los sentimientos de la castaña. Sentía un revoltijo de emociones en su estómago, pero se recordaba a sí misma que Alice era una niña aún; además, a ella no le gustaban las chicas, se volvía a recalcar para sí misma.
— Cate. — Alice golpea la puerta de su oficina, la cuál ya se encontraba abierta. Por lo que se había dado cuenta que pasó todo el día pensando en aquel beso en la mejilla, las consecuencias de estar juntas y ese tipo de cosas, que tanto así, que se hizo de noche y la castaña tuvo que llamar su atención tocando la puerta.
— ¿Sí? — contestó muy distraída.
— Ya se fueron todos hace un rato, solo te venía a avisar que yo también me voy.
— Claro, puedes retirarte.
— Buenas noches, Cate. — Sonaba también su nombre en sus labios.
— Espera, Alice. Me preguntaba a dónde irías.
— A mi casa, ¿dónde más? — Ambas rieron.
— Ando muy torpe hoy, discúlpame. Me preguntaba si tus padres están en casa. — Carraspeó la garganta.
— No, tú sabes que nunca lo están, se encuentran de viaje de negocios.
— ¿Por qué no vienes a mi casa? Es más, ¿quieres que vayamos a cenar?
— Claro, me gustaría.
— Bueno, hermosa, nos iremos en mi auto.
Cate dejó los papeles ordenados, apagó las luces y cerró su oficina. Luego ambas caminaron hasta el estacionamiento, riendo de tonterías que le comentaba Alice a la rubia. Antes de entrar al auto, Cate se desprendió de su delantal blanco y lo dejó en la parte de atrás del auto.
— Tengo muchas ganas de comer una hamburguesa. — comentó Cate, y Alice rió.
Ambas se pusieron el cinturón de seguridad y le pusieron música al auto desde el Bluetooth.
— Qué rico, me antojaste, ahora también quiero una. ¿Qué te parece que antes de comer hamburguesa comamos una ensalada de lechugas y de postre frutas?
— Me parece, creo que hoy es el día del antojo. — Ambas rieron.
Las chicas llegaron hasta el local de comida e hicieron su pedido. Se contaban muchos chistes y se conocían cada vez más sin siquiera darse cuenta, digamos que hasta el momento todo estaba yendo muy bien.
— Alice. — la rubia, un poco nerviosa, trata de aclarar algunas cosas. — Con respecto a lo que me confesaste el otro día, quería decirte que he estado pensando mucho en el tema y…
— Cate, discúlpame, no quiero hablar de eso en estos momentos. Sé que no sientes lo mismo y está bien. Me conformo con seguir teniéndote en mi vida.
— Es que…
— No quiero hablar del tema hoy, además estoy un poco cansada. ¿Qué tal si lo dejamos para otro día?
— Me parece perfecto.
— Cate, te iba a comentar que ya estamos a finales del semestre, por lo tanto, Chloe y yo estamos por salir de vacaciones. Entonces iremos a la isla Bora Bora.
Cate estaba tratando de procesar la información, pero por algún motivo le molestaba que las chicas viajaran solas. Les podría pasar algo, además usarían bikinis y los chicos estarían detrás de ellas vueltos locos, y no quería eso. Esa idea y esas escenas fantasiosas que pasaban por su mente rápidamente le molestaban.
— No estoy de acuerdo con ese viaje, Alice, imagínate, habrá muchos chicos y…
— Tranquila, Cate, sabemos cuidarnos, no te preocupes.
— ¿Puedo ir con ustedes?
— Por mí no hay problema, pero debemos hablarlo con Chloe.
— No quiero que vayan solas, así las puedo cuidar.
— Cate, por mi parte el único requisito que pido para viajar contigo es ir de compras y que uses bikini.
— Pequeña traviesa. — Tanto esa frase como para Cate y para la castaña sonó algo excitante, por lo que inmediatamente enrojecieron.
— Lo soy. — Alice le siguió el juego a la rubia. — Deberías conocerme más.
— Poco a poco, pequeña.
Alice, algo confundida con aquellas últimas palabras, decidió dejar el tema para no volver la situación incómoda, aunque aquella escena no era para nada incómoda para ambas, sino que era todo lo contrario, era extrañamente excitante para ambas.
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Emergency de un romance
RomanceEn el corazón del Reino Unido, en la pintoresca ciudad de Cotswold, se desarrollará una historia cautivadora entre la renombrada doctora Cate Blanchett y su alumna Alice Evans. La doctora Blanchett, una eminente académica, ha dedicado su vida a la m...