La mañana en la isla de Bora Bora despertó con un resplandor radiante. Los primeros rayos de sol se colaron a través de las cortinas del bungalow, bañando suavemente los rostros de Cate y Alice. Ambas emergieron lentamente de su sueño, deleitándose con la cálida caricia del sol y la presencia reconfortante de la otra.
— Buenos días, amor — susurró Alice, acariciando el rostro de Cate con ternura.
— Buenos días, cariño — respondió Cate con una sonrisa soñolienta, estirándose perezosamente en la cama. — Anoche fue increíble.
— Sí, lo fue — dijo Alice, depositando un beso suave en los labios de la rubia. — ¿Qué te parece si pedimos servicio al cuarto y desayunamos aquí?
— Me parece perfecto — respondió Cate, iluminando la habitación con su sonrisa.
Cate solicitó al servicio de habitaciones una exquisita ensalada de frutas, jugo natural de piña y café con leche. Ambas disfrutaron del desayuno en la cama, compartiendo anécdotas y reviviendo los momentos maravillosos que habían compartido en la isla.
— Cate, ya no puedo imaginar mis días sin ti. Duermo tan bien contigo a mi lado, y siempre encuentras la manera de aliviarme el estrés — expresó Alice, mirando tiernamente a su amada.
— Pequeña, tus palabras son música para mis oídos. Jamás permitiré que vuelvas a dormir sola. — Cate le dedicó una sonrisa llena de amor antes de sellar sus promesas con un beso apasionado. — … y te haré el amor todas las noches hasta que te canses y me pidas que pare. — La vuelve a besar.
— Tonta… — Dice cariñosamente avergonzada Alice.
— Me vuelves a decir así y no respondo Alice.
— Tonta. — Reto con la mirada a la rubia.
— Te lo advertí. — la castaña tuvo a la cama bruscamente a Alice boca abajo, se sube arriba de ella, envuelve sus manos con una prenda para que no se desate, pone una almohada bajo su vientre y mete dos dedos dentro de la castaña moviéndolos velozmente.
— Mmm… Cate… — se quejaba la castaña a todo pulmón. — ¡Ahhh!.
— ¿Volverás a decirme así de nuevo?
— Cariño, me encantas tus castigos, obvio que lo diré.
— Eres una engreída, pequeña traviesa. — le da una fuerte nalgada y luego la toma del cabello. — ¿Te gusta que te den así acaso?
— Sí, cariño… — los dedos sonaban cuando entraban y salían de la vagina de Alice, la cual se encontraba totalmente mojada. — Ohh Cate, lo haces muy bien.
Cate aumenta la presión, rozando con intensidad su clítoris, y la castaña llega a un delicioso orgasmo acompañado de muchos gemidos y nalgadas.
— Cate, eso estuvo muy intenso, lo amé, trátame así más seguido. — Cate desabrochó las ataduras de las manos de la castaña.
— Cuando quieras, amor... — Se dan un fogoso beso, y Alice, como agradecimiento, le hace sexo oral a Cate.
El ambiente se impregnaba con el aroma del deseo mientras los gemidos se entrelazaban con el sonido del mar que llegaba desde la playa cercana. Los cuerpos desnudos se fundían en una danza de pasión y entrega, explorando cada centímetro de placer mutuo. La habitación se llenaba de la energía eléctrica de su amor, alimentando el fuego que ardía entre ellas con cada caricia, cada beso, cada gemido.
Alrededor del mediodía, decidieron salir a explorar la isla. Chloe, quien las esperaba en el bar del hotel, compartió sus experiencias de la noche anterior con entusiasmo, sin percatarse del ligero rubor que coloreaba las mejillas de su madre al hablar de forma tan abierta sobre su vida amorosa.
— ¡Anoche la pasé de maravilla! Tuve un encuentro increíble — exclamó Chloe con una risa contagiosa.
— Chloe, querida, hay ciertas cosas que prefiero no saber — respondió Alice con una sonrisa, tratando de disimular su incomodidad.
— Mamá, es solo sexo. ¿O acaso tú no tienes vida amorosa? — agregó Chloe, señalando un chupón en el cuello de Cate.
— Chloe, por favor, algunas cosas son privadas — intervino Cate, tratando de desviar la atención.
Decidieron embarcarse en un yate para explorar más de la isla y disfrutar de un almuerzo delicioso con pescado fresco, langosta y vino. El mar de Bora Bora brillaba en un azul profundo, reflejando la belleza de aquel momento idílico.
Cate lucía una camisa abierta y larga, revelando su traje de baño de dos piezas rojo, complementado con elegantes gafas negras. Mientras tanto, Alice irradiaba belleza con su traje de baño naranja y un pareo de falda floreada, combinado con gafas de sol café. Chloe, con su traje de baño azul y una bata transparente, acompañada de gafas blancas de Prada, completaba el trío con estilo.
En una playa apartada, Alice le entregó a Cate una perla Akoya blanca y le colocó un collar alrededor del cuello, sellando así su amor en aquel paraíso terrenal.
— Para que siempre recuerdes este lugar y este momento — dijo Alice con una sonrisa tierna.
Chloe observó la escena íntima y romántica entre Cate y Alice, sonriendo ante el gesto y guardando silencio para no interrumpir el momento desde lejos.
— Gracias, Alice. Es hermoso — dijo Cate, sus ojos brillando con emoción mientras tocaba el collar.
El resto de la tarde lo pasaron nadando, riendo y disfrutando de la compañía mutua. La conexión entre ellas se fortalecía con cada momento compartido, alimentando el amor que las unía.
Al regresar al bungalow al anochecer, las tres estaban agotadas pero felices. Mientras Chloe se dirigía al bar con un nuevo conocido, Cate y Alice se quedaron en la terraza, contemplando el atardecer. La complicidad y el amor entre ellas eran palpables mientras se perdían en la serenidad de aquel momento mágico en la isla de Bora Bora.
El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados mientras Cate y Alice permanecían en la terraza de su bungalow, disfrutando de la brisa cálida y del espectáculo natural que tenían frente a ellos.
— Ame la perla, Alice. Eres muy tierna, me encantas, pequeña. — Cate besaba tiernamente a Alice, suavizando el ambiente con su caricia.
— Agradéceme con una buena mamada de esas que solo tú sabes hacer. Tu lengua es sensacional, y méteme los dedos. — Susurraba Alice en el oído de la castaña, su voz cargada de deseo y anticipación.
Cate sonrió ante la petición de su amante, sintiendo cómo su cuerpo se encendía aún más con cada palabra de Alice.
— Cariño, eso estaba esperando desde que ingresamos a ese yate. Te veías tan ardiente con esas mini tangas, solo quiero chuparte como te gusta y meterme mis dedos sin parar.
— Entonces hazlo — Alice se entregaba al placer, recostándose y liberando su deseo sin inhibiciones.
Cate, con manos expertas, despojó a Alice de su bikini, explorando cada centímetro de su piel con besos ardientes y caricias tentadoras. Descendió por su cuello, sus pechos, mordisqueando con pasión mientras el deseo crecía entre ambas. Llegó a su estómago y luego a sus piernas, donde su lengua encontró el lugar que buscaba. Con fervor y dedicación, la complació, combinando sus movimientos con hábiles caricias que llevaban a Alice al éxtasis una vez más.
Cuando la marea de placer inundaba cada rincón de Alice, esta se levantó con una mirada llena de deseo y determinación. Sin decir palabra, atrajo a Cate hacia sí, despojándola de su ropa con una urgencia palpable. Sus labios se encontraron en un beso ardiente y hambriento, mientras sus manos exploraban cada curva, cada contorno del cuerpo de la otra.
— Quiero saborearte, sentirte, hacerte mía — murmuró Alice entre besos, su voz cargada de pasión y deseo.
Cate gemía suavemente ante las caricias de Alice, entregándose por completo al placer que la invadía. Con movimientos expertos, Alice la llevó al borde del abismo una y otra vez, explorando cada centímetro de su intimidad con una sensualidad salvaje y desenfrenada.
El sonido de sus gemidos llenaba el aire, mezclándose con el suave susurro de las olas en la playa cercana. En ese momento, no existía nada más que el éxtasis compartido entre ellas, un vínculo de pasión y deseo que las unía en cuerpo y alma.
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Emergency de un romance
RomanceEn el corazón del Reino Unido, en la pintoresca ciudad de Cotswold, se desarrollará una historia cautivadora entre la renombrada doctora Cate Blanchett y su alumna Alice Evans. La doctora Blanchett, una eminente académica, ha dedicado su vida a la m...