A la mañana siguiente, el sonido rítmico de la lluvia golpeando suavemente contra la ventana se filtró en la habitación, envolviendo el ambiente en una atmósfera íntima y acogedora. Los rayos de luz se filtraban tímidamente entre las cortinas, iluminando la habitación con una suave calidez.La castaña, con el corazón aún palpitante por la intensidad de la noche anterior, despertó lentamente, encontrándose enredada en los brazos de la rubia, cuya respiración tranquila y regular denotaba un sueño profundo. Un sentimiento de incredulidad y alegría la invadió al darse cuenta de que lo que compartieron no fue un sueño, sino una realidad palpable y magnífica. Con delicadeza, acarició el cabello de Cate, sintiendo una oleada de amor y gratitud por tenerla a su lado. Cada roce, cada suspiro compartido la transportaba de vuelta a los momentos de pasión y ternura vividos la noche anterior.
Por otro lado, Cate, ajena al despertar de Alice, se aferraba a la sensación de seguridad y calidez que le brindaban los brazos de la castaña. Lentamente, los sonidos del exterior y el suave roce de los dedos de Alice sobre su piel la fueron sacando de su sueño, llenándola de una sensación reconfortante y de pertenencia. Con un suspiro de satisfacción, Cate abrió los ojos, encontrando la mirada amorosa de Alice posada en ella. Un destello de complicidad y pasión cruzó entre ellas, sellando el momento con un silencioso entendimiento.
— Buenos días Cate … — La voz ronca de la castaña resonó por toda la habitación.
— Estos sí son buenos días. — Ronroneo la rubia, dejando un pequeño beso en el cuello la joven. — Hola Alice. — susurró juguetonamente.
— Quiero despertar por siempre así.
— Ey, no tan rápido cariño, mejor besame. — la castaña tomó los labios de la rubia entre las suyas fundiéndose en un grandioso beso.
— Cate, lo de ayer en serio fue magnífico, fue mágico. — interrumpe el beso.
— Lo mismo digo cariño. — vuelve a unir los labios con los de Alice.
Así estuvieron entre besos y caricias durante las diez de la mañana, ninguna de las dos quería salir de la habitación, solo querían seguir besándose y acariciándose. Solo esas sábanas y la Luna de la noche anterior escondían su gran secreto de amor y lujuria.
La atmósfera cargada de amor y complicidad envolvía la habitación mientras Cate y Alice se perdían entre besos y caricias, negándose a dejar el cálido refugio de las sábanas. El tiempo parecía detenerse, y solo el suave murmullo de sus suspiros y el sonido de la lluvia en el exterior rompían el silencio cómplice que compartían. Con cada beso, cada caricia, el vínculo entre ellas se fortalecía, alimentado por la pasión y el deseo que había florecido entre las dos. Ninguna quería que aquel momento terminara; preferían perderse en el abrazo del otro por toda la eternidad.
— Cate, debo irme...
— No... otro ratito más… — Cate se aferraba a los labios de Alice y su cuerpo desnudo, reacia a soltarla.
— Chloe se puede despertar.
— Ella dormirá hasta tarde, la conozco. Además, cerré la puerta con llave, no podrá pasar. Y no me puedes decir ya nada más porque la que ganará seré yo, vamos... esperé mucho para esto, no seas mala.
— Cariño... no quiero ser la mala, pero sabes que tengo razón.
— Regaloneamos un poco más, ¿sí? Aún es temprano… — La rubia hacía pucheros, sus ojos eran grandes azules y suplicantes.
— Si me lo pides de esa forma... — Alice no pudo resistirse más y la besó con fervor.
Alice estaba amando lo regalona que se ponía Cate por las mañanas, lo consentida que se ponía cuando quería algo.
— Amo el olor de tu piel, Cate.
Parecían dos gatos en celo, peleando por quién estaba más caliente. Cate se sentía como una adolescente y Alice se sentía en el cielo.
— Me encantan tus manos, Alice. — Las beso inocentemente. — Son grandes y a la vez delgadaz. — Cate miró los ojos avellanas y noto como ellas estaban dilatados.
— ¿Sabes lo que puedo hacer con ellas? — Alice besó los dedos de Cate, mirándola con picardía.
— Deseo saberlo. — susurró jadeante Cate, sus ojos brillando de anticipación.
Alice besó nuevamente los labios de Cate, se subió arriba de ella, separó las piernas de la rubia y dirigió su mano hasta la gloriosa fuente de excitación de Cate, la cual se encontraba extravagantemente mojada.
— Lame mis dedos, Cate... — Desafió la castaña a la rubia, provocando un gemido de ambas cuando Cate ejecutó la acción. — Sí, cariño, así se hace. Ahora meteré mis dedos en tu suave y mojada vagina.
— ¡Alice! — Gimió en alto Cate al sentir los dedos de Alice en su interior, moviéndolos lentamente. — Mmmhh…
Cate no sabía que unos simples dedos en su interior le podrían dar tanto placer. Se sentía tan virgen en las manos de Alice, ya que las caricias, palabras y suaves gemidos nunca las había experimentado antes y se estaba volviendo adicta a ellas.
— Más, cariño, más... — Alice apresuró sus embestidas, sintiendo cómo Cate estaba más cerca del orgasmo, ya que su preciosa vagina apretaba sus dedos en el interior. — Alice, eres increíble, pequeña... Oohh... sí...
— Eres tan caliente, Cate. Me encantas mucho. — la rubia besa los labios de la castaña con amor. — Ahora sí me permites, iré a comer...
— No, Alice, no te vayas aún... — Pedía la rubia, recomponiéndose del orgasmo.
— Shhh... — Alice la besó, luego bajó hasta su cuello, luego hasta sus pechos, ombligo y por último pelvis, y ahí Cate comprendió a qué comida se refería la castaña, y ella estaba dispuesta a darle todo lo que tenía para que comiera a gusto. — Oh... Alice, qué suave lengua, cariño. Eres tan buena en eso. — gemía Cate al sentir como Alice lamía su mojada vagina.
Cate cómodamente se movía de vez en cuando sobre el rostro de Alice, y de vez en cuando también acariciaba su cabello, ya que mayormente se aferraba contra la sábana blanca. Se sentía tan bien la lengua de Alice recorriendo lo más íntimo de su ser. Su psicóloga tenía razón: una vez que probara a una mujer no habría vuelta atrás.
Por otro lado, Alice se sentía en el cielo. Estaba entre las piernas de su adorada rubia, dándole placer como muchas veces había imaginado, y se sentía tan exquisitamente bien. Cate tenía la vagina más hermosa que había visto: tan rosada y sabía tan bien que se preguntaba qué era lo malo que podría tener Cate si en todo era buena, mejor dicho, buenísima.
— Oohh... sí, pequeña. — Sujetó la cabeza de la castaña. — Me vengo, no pares, Alice… — por supuesto que no iba a parar si lo que más quería ver era cómo su preciosa y apretada vagina terminaba en su boca. — Oh... Alice... — Gimió el nombre de la castaña muy excitadamente.
Alice solo podía ver la hermosa escena de Cate terminando, la luz que entraba del exterior iluminando su cuerpo de porcelana, sus cabellos rubios brillando y sus gemidos al compás de la lluvia que caía afuera. Simplemente fue fenomenal. La castaña se encargó de dejar bien limpia la zona de abajo y subió hasta los labios de Cate.
— Cate, eres tan jodidamente excitante. — Besa los labios de la rubia.
— Cariño, ese fue el mejor orgasmo de mi vida... — Cate aún tenía la respiración agitada.
— Y espero que sean muchos más.
— Así será, cariño. — Vuelve a besar los labios de Alice.
— Lo siento, ahora sí debo salir de esta cama.
— Está bien, te dejaré solo porque lo prometí. Pero dame un buen beso antes.
La castaña dejó la habitación no sin antes ponerse la camisa de Cate y agarrar su ropa para irse a la recámara de su amiga, la cual aún estaba dormida, por lo que aprovechó de pasar al baño y tomar una ducha caliente.
Por otro lado, Cate se encontraba plácidamente en su cama, sin poder creer lo que había pasado entre Alice y ella. Todo era muy prohibido y excitante. Alice le daba tan buen sexo, sobre todo el oral, que no deseaba estar en otra parte más que en sus fogosos y carnosos labios.
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Emergency de un romance
RomanceEn el corazón del Reino Unido, en la pintoresca ciudad de Cotswold, se desarrollará una historia cautivadora entre la renombrada doctora Cate Blanchett y su alumna Alice Evans. La doctora Blanchett, una eminente académica, ha dedicado su vida a la m...