Capítulo 3: Jaula de Oro

3 0 0
                                    

Tiempo atrás...

Victoria D.

Aceptar mi nueva identidad y mi nueva vida no sería nada fácil, estaba consciente de ello y por consiguiente me propuse ser fuerte ante la adversidad, no dejaría que nadie me moleste y mucho menos la familia Dalmazzi.

- Este es un fideicomiso que dejo tu padre antes de fallecer, en él está estipulado todo lo que por derecho te corresponde incluido propiedades y las acciones de la empresa que herederas al cumplir dieciocho años – indica Massimo en su estudio mientras lo observo sentada sin prestarle la más mínima atención.

- Ya le dije por centésima vez que no me interesa, así que tengo una mejor idea – sonrío burlonamente frente a él - ¿Qué tal si se lo queda todo?, ¡se lo regalo!, o mejor aún voy a donar todo ese dinero a otra parte, ¡sí!, eso es lo que hare – digo levantándome y cruzando los brazos.

- Haz lo que quieras – responde tirando el bolígrafo a un lado de los documentos – es tu dinero y yo no voy a meterme en ese asunto, si quieres regalarlo, quemarlo, o que se yo, adelante, solo te exijo que empieces a mostrar más respeto frente a mí y a la familia ¿de acuerdo?, no voy a tolerar ese carácter tan rebelde que tienes así que vas a trabajar en ello desde este mismo momento, nadie tiene la culpa de lo que sucedió, de hecho, deberías ser más agradecida – comenta sosteniéndose con los puños sobre la mesa.

- ¡Que nadie tiene la culpa! – escupo irónicamente - usted busco por todos los medios separarme de Valentino y al final lo consiguió, de que quiere que me sienta agradecida, ¿de haberme encerrado en una jaula de oro?, no espere nada bueno de mí, solo cuento los meses para ser mayor de edad y largarme de este lugar así dejara de ser mi tutor y ya no volveré a verlo nunca más, ¡odio a esta familia!, ¡no quiero llevar su sangre!, ¡no sabe cómo reniego de ello!

- ¡Basta Victoria!, no voy a permitirte ningún desplante más o tomare otras medidas mucho más drásticas contigo.

La puerta se abre de golpe y me deja ver a la señora Minerva con el rostro desencajado.

- ¿Por qué? – pregunta desconcertada - ¿Por qué dices esas cosas tan horribles?

- Yo no quiero estar aquí, por favor déjenme ir, usted puede ayudarme – voy hasta su lado y se lo imploro llorando.

- Massimo – llama con tono de preocupación, posa su mano por sobre mi espalda y me consuela – Victoria, sé que no es fácil adaptarte a un nuevo hogar, pero no creo que las estés pasando tan mal para llegar a estos extremos, somos tu familia al final de cuentas, si en algún momento te hicimos sentir mal o no se quizá ves alguna actitud que no te guste de nosotros puedes decírnoslo, ¿verdad Massimo? – señala hacia el posando su seria mirada.

- No pienso tolerar ningún berrinche más de una niña engreída y malcriada, así que no, no voy a ceder a sus caprichos – Minerva lo mira haciendo una mueca con los ojos indicando que se estaba sobrepasando en sus comentarios – se quedará y punto, encárgate de que este bien y tome su medicamento – sentencia dándonos la espalda y abriéndose paso por el pasillo sin mirar atrás.

Ni tan siquiera mis suplicas desesperadas logran que ese hombre cambie su parecer, era tan frívolo que no le importa ni siquiera lo que estoy sintiendo, al igual que su hijo quien no pudo ser más desalmado conmigo después de que le dijera que estaba dispuesta a todo por él, aun así me hecho de su vida sin importarle nada y me excluyo de todo circulo que nos rodeaba, ahora como mandamás de Brokemond les había ordenado a todos los demás que nadie me dé información de ningún asunto concerniente a ellos, así que estaba fuera del juego, si mi abuela estuviese viva digo entre mi evitando llorar de nuevo al regresar a mis recuerdos.

Mi Luna de Plata - Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora