Capítulo 29: ¡No lo hagas!

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Tino D.

Nuestra corta luna de miel ha terminado en tan solo una semana, fue muy breve pero a la vez tan intensa; hemos pasado tan buenos momentos que hubiésemos preferido que estos duraran para siempre, pero es imposible detener el tiempo.

Por supuesto que he insistido en que nos casemos aquí de inmediato, mas no he conseguido hacerla cambiar de idea. En parte la entiendo y comprendo, sería un total arrebato de parte nuestra realizar una boda express, para nada era ese el plan. Ella se merece una gran ceremonia junto a las personas que queremos y donde no existan más apariencias que guardar.

Al bajar del avión sabemos muy bien lo que tenemos que hacer y decidimos ir juntos a casa para infórmale a toda la familia sobre nuestra relación y planes; supongo que después de nuestra desaparición mi madre debe haberse hecho una idea de que estamos juntos, ya no podíamos esperar más, quiero gritarle al mundo que Lucille y yo nos amamos.

Las rejas de la entrada se abren de par en par al ingresar el taxi que nos trae de regreso, bajo del vehículo y de inmediato saludo a Boris quien es el primero en recibirme. La ayudo a bajar tomando su mano, la sostengo con firmeza para que sepa que estamos juntos en esto, a pesar de lo nerviosa que está me regala una reconfortante sonrisa de agradecimiento, su corazón late fuerte debido al remolino de emociones por el que atraviesa.

- Ya estamos aquí, es hora – digo envolviéndola en mis brazos, tomo sus manos frías y las caliento junto a las mías.

- Tienes razón, estamos juntos y nada más importa – comenta decidida a ir a enfrentarlo todo junto a mí.

Me acerco lentamente a su boca y la beso con dulzura al sentir su apoyo, a lo lejos Boris nos observa con una expresión de total escándalo, por su cara puedo intuir que le horroriza lo que acaba de ver, se queda completamente mudo debido a la impresión; a estas alturas no me interesa lo que otros piensen, los únicos que existíamos en este momento somos ella y yo.

Tomo su mano y la invito a que venga conmigo para adentrarnos en nuestro nuevo rumbo, caminamos hacia el salón y una vez ahí a quien primero encontramos es a mi madre, su presencia es como una señal. Al vernos su ceño se frunce mostrando desconcierto ante nuestra muestra de cariño, continuamos avanzando hacia ella juntos, entrelazados de las manos sin intenciones de ocultar nada más que lo que dicta nuestro corazón.

- ¿Victoria? – llama un tanto atribulada sin entender el porqué de nuestras acciones - ¿Valentino? – expresa observándome fijamente para que le diese una explicación - ¿A dónde fueron?, ¿Qué sucede entre ustedes? – interroga confundida al vernos de esa manera.

- Madre, necesitamos hablar contigo, es algo sumamente importante.

Sacude la cabeza tal vez negándose a creer lo que ya se supone, vuelve en sí y nos observa con una expresión de total repudio al comprender el tipo de relación que tenemos, queda enmudecida por unos momentos para posteriormente dirigirse a la nueva niñera.

- Greta, llévese a los niños de aquí por favor – ordena con determinación, ella la obedece y sale retirándose del lugar, conozco a mi madre y jamás armaría un escándalo en público por lo que trata de mostrarse serena ante la situación.

Ale me mira con sus enormes ojos marrones, hace una seña para indicarme que estaba muerto ante la furia de mamá, esta niña es terrible, aun así me hace olvidar por un momento mis problemas con sus ocurrencias.

- Síganme – indica ella guiándonos hacia su estudio.

Una vez ahí cierra la puerta si tardarse en bombardearnos con un sinfín de preguntas.

- ¡¿Qué tienen en la cabeza?!, ¡¿Desde cuándo?!, ¡¿En qué momento sucedió todo esto?! – grita llena de enojo – por supuesto debe ser una broma, ¡lo es!, ¿no es cierto? – clava su temible mirada en mí.

Mi Luna de Plata - Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora