Capítulo 26: El que siembra, cosecha

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Tino D.

Como si todo no fuese ya demasiado apresurado, incito a Lucille a que lo hagamos ahora mismo.

- Busquemos una iglesia rápido, quiero que seas mi esposa ya – digo besando sus labios con desesperación.

- ¿Acaso estas ebrio? – dice ella burlándose de mi impaciencia.

- Bebí sí, pero solo un poco – confirmo acurrucándola junto a mi camioneta – estoy tan feliz que no quiero regresar a casa, quiero quedarme contigo y celebrar, no voy a darte opción para que después te arrepientas.

- Por supuesto que no daré marcha atrás, yo también te amo y casarme contigo es lo que más quiero en la vida – hay algo extraño en su semblante que me inquieta, sus manos se vuelven frías y de repente su visión empieza a fallar.

- ¿Estás bien? – pregunto preocupado al ver su estado.

- Si, solo fue un mareo – responde tocándose la sien.

- Muchas emociones fuertes para un solo día – sonrío acariciando su rostro y brindándole mi calor para que logre sentirse mejor.

La cubro con mi chaqueta protegiendo su cuerpo del frio de la madrugada, me entrega su perfecta sonrisa iluminada por la luna llena que resplandece espléndidamente en el cielo. Toco sus labios con la yema de mis dedos perdiéndome en la suavidad de estos, beso su boca sin precaución y de inmediato aproximo su cuerpo hacia el mío.

- Te llevare a descansar – digo al notarla un poco agotada.

- No quiero dormir – responde besándome otra vez – llévame contigo a donde sea.

Nos vamos en mi camioneta sin rumbo definido, se recuesta en el asiento al sentir el aire fresco entrar por la ventana, cruza las piernas sensualmente mientras busca algo en su bolso al parecer su teléfono celular.

- Necesito llamarle a Liz, nos fuimos sin despedirnos, debe estar pensando que soy una grosera – lo último que debe estar haciendo en estos momentos es extrañarnos, de eso estoy seguro.

- Debe suponer que te fuiste conmigo, fue ella quien me dijo dónde encontrarte – expreso dándole un guiño dándole a entender que ella ya lo sabía, se remueve en el asiento y me da una mirada un poco traviesa.

Retira sus zapatos de tacón y se quita la chaqueta sin dejar de observarme.

- ¿Qué haces? – pregunto como un idiota novato mientras me debato entre seguir mirando a la carretera o contemplar su esplendor.

- Tengo calor – expresa haciendo un gesto con las manos.

Sonrío de lado al darme cuenta de lo que intenta hacer, avanza hacia mí como una fiera acechando a su presa y se sienta sobre mi regazo abrazando mis caderas con sus piernas mientras me encuentro al volante.

- ¿Qué haces loca? – vuelvo a preguntar respondiendo a sus besos.

- Quiero adelantar nuestra noche de bodas, además tengo una nueva fantasía que quisiera cumplir, hagámoslo aquí – susurra con sus labios por sobre mi cuello mientras tanto sus manos no dejan de jugar en mi pecho hasta llegar al inicio de mi cinturón.

- Estoy ebrio recuerdas, no deberías aprovecharte de eso – respondo como broma a su petición, sigue besándome sin censura y termino casi sin aliento intentando resistirme a sus encantos, pero se perfectamente que eso no va suceder, me fascina verla tan atrevida, con la hormonas alborotadas al máximo, he creado a esta diosa del sexo y ahora me fascina, amo cuando toma las riendas de la situación.

Mi Luna de Plata - Pasiones ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora