Ha llegado una luna llena muy especial para Reika, ya que ha hecho que conozca a Max, Ayax y Duke.
Podéis leer su aventura, ambientada en Galicia, en capítulos cortos y muy ilustrados.
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Una vez en frente del local leí el nombre en el letrero «El cerdo borracho » y tuve un dilema ético que me llevó a un momento de estar a solas con mis pensamientos dudando si de verdad estaba capacitada para enfrentarme a semejante crisis. No sabía muy bien hasta qué punto se trataba de síndrome del impostor, pero sentía una falta de preparación más que evidente, aunque dudo que alguien estuviese practicando para todo lo que me había estado ocurriendo últimamente.
El local era pequeño y no de un modo acogedor, sino agobiante; además de viejo y sucio (vi una cucaracha correr hacia el baño cuando hice ruido al entrar, el bicho parecía huir asqueado de semejante antro). Por si fuera poco, estaba repleto de gente, algo que les aseguraba a los invasores que trataríamos de pasar desapercibidos.
Casi nos costó encontrarlos, pero su hedor debía ser inconfundible, porque Max me tomó la mano para que los acompañase hacia la mesa en la que estaban a los pocos segundos de entrar.
Tenían una mesa para ocho de la cual solo estaban ocupando un lado, como si fuese la última cena. Estaba el tipo que visitó la casa de mi abuela con otros dos chicos de nuestra edad que parecían gemelos.
—Salut.—dijo uno de ellos con una sonrisa.
—Déjate de saludos, tu padre ya hizo las presentaciones.— gruñó Duke, aquello sentó las bases en un ambiente un tanto hostil. Era obvio que no iba a saber mantener la diplomacia, pero en su defensa diré que además de querer robarnos nuestro hogar, eran franceses.
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