Prólogo

475 15 0
                                    




Las luces del estadio brillaban con la intensidad de mil soles, cegando por un instante a Nicolle mientras corría por el césped. El eco de los gritos de los hinchas se fundía con el latido acelerado de su corazón. No era la primera vez que jugaba con el primer equipo del Barça, pero la presión de estar en la cancha, combinada con el peso de su vida fuera de ella, la hacía sentir como si estuviera a punto de romperse.

Sabía que su talento la había llevado hasta ahí. Todos lo veían: su velocidad, su capacidad para leer el juego. Pero había algo que nadie sabía. Algo que le dolía más que cualquier caída en el césped o cualquier entrada dura. El dolor físico que había aprendido a ignorar con los años, escondiendo los moretones y heridas que no venían del fútbol, sino de su vida en el orfanato.

La pelota volaba hacia ella. Nicolle la controló con precisión, pero el dolor en su costado la hizo vacilar. El mundo a su alrededor pareció ralentizarse mientras perdía el equilibrio. Cayó al suelo, y por un segundo, el sonido del estadio se desvaneció.

En ese instante, su mente volvió al pasado, a las paredes frías del orfanato. El aire pesado, el olor a desinfectante. Tenía diez años. Los golpes, las palabras duras de los cuidadores y las miradas de los otros niños siempre estaban ahí. "No te quejes. Si hablas, se acabó tu carrera", le repetían una y otra vez. Su única opción era callar.

El sonido de los hinchas volvió a entrar en sus oídos, sacándola de esos recuerdos. Sus compañeros de equipo la rodeaban, sus rostros llenos de preocupación, pero ella apenas podía oírlos. Cerró los ojos, buscando algún alivio en la oscuridad, aunque fuera solo por un momento.

Minutos después, Nicolle estaba sentada en el asiento trasero de un coche, mirando por la ventana mientras la ciudad de Barcelona pasaba a su lado. El partido había terminado, y aunque su cuerpo aún estaba agotado, no era nada comparado con la tormenta emocional que llevaba dentro. Iba camino a una cena con algunos compañeros de equipo, pero su mente estaba en otro lugar, perdida en los recuerdos de todo lo que había soportado.

De repente, un grito y un estruendo la sacaron de su ensueño. Una bocina sonó fuerte, y en un instante, el coche frenó bruscamente. Nicolle apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el impacto la lanzara contra el asiento de enfrente. El sonido de metal chocando contra metal fue lo último que escuchó antes de que la oscuridad volviera a apoderarse de ella.

"Silencio en la cancha" (Pablo Gavi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora