El tiempo en el hospital parecía pasar más lento para Nicolle. Aunque sus compañeros del equipo, las parejas de algunos jugadores, y su psicóloga la visitaban regularmente, había momentos en los que el silencio y la preocupación se volvían demasiado pesados. Las sesiones con su psicóloga la ayudaban a procesar todo lo que había pasado, pero aún quedaba un vacío. No poder hablar como antes solo intensificaba su frustración. Tenía tantas cosas que decir, tantas preguntas que hacer, pero se sentía atrapada en su propio cuerpo, aún recuperándose.
Cada vez que veía a sus compañeros entrar a la habitación, sonriendo y contando historias del entrenamiento o de los partidos, Nicolle intentaba mostrar su gratitud, aunque las palabras se le atragantaban. Sabía que la querían, que estaban a su lado, pero había un tema que la seguía preocupando profundamente, algo que no había podido abordar del todo: el orfanato, su pasado, y su futuro.
La psicóloga había sido una pieza fundamental en su proceso de recuperación emocional. Aunque Nicolle no podía hablar con claridad aún, la profesional le ofrecía técnicas de comunicación no verbal, y poco a poco, con gestos y notas escritas, habían logrado hablar de algunos de sus traumas. Pero Nicolle sabía que no podía enfrentar todo sola. Necesitaba el apoyo de su equipo, pero el miedo a revelar lo que realmente había vivido, y la incertidumbre de lo que vendría después de salir del hospital, la atormentaban.
Los jugadores, sin embargo, no eran ajenos a lo que sucedía. Desde hacía tiempo, habían comenzado a sospechar que algo más la preocupaba, algo que no estaba relacionado directamente con su salud física. Aunque la psicóloga no debía compartir información confidencial, ella comprendía la importancia de contar con el apoyo emocional de sus amigos y compañeros de equipo. Así que, de vez en cuando, dejaba entrever cómo iba avanzando Nicolle en sus sesiones, asegurándose de que los chicos supieran que el apoyo que le daban era vital para su progreso.
Una tarde, después de un largo entrenamiento, los jugadores decidieron reunirse en la habitación de Nicolle. Sentían que era momento de abordar lo que sabían que le pesaba en el corazón. No podían seguir viendo a su amiga tan preocupada sin hacer algo al respecto.
Gavi, Pedri, Ferran y otros compañeros cercanos entraron en la habitación. Traían sonrisas, como de costumbre, pero esta vez había un aire de seriedad en el ambiente. Se notaba que habían planeado algo.
Gavi fue el primero en hablar, como siempre, tomando una silla al lado de la cama de Nicolle y sentándose a su lado.
—Nic, sabemos que hay algo que te preocupa —dijo con suavidad, sosteniendo su mano. Sus ojos, aunque siempre llenos de energía, estaban ahora teñidos de preocupación—. Y queremos que sepas que estamos aquí para ti, para lo que necesites.
Nicolle miró a Gavi y luego a sus compañeros. Aunque su voz aún no había vuelto por completo, sus ojos hablaban por ella. Había una mezcla de miedo y gratitud en ellos. Quería decirles tantas cosas, pero no sabía cómo empezar. Gavi continuó, intentando darle el espacio que necesitaba.
—Mira, sabemos que lo del orfanato ha sido duro. No tienes que cargar con eso sola. Ya no más —añadió Pedri, mirándola con esa seriedad que siempre le caracterizaba cuando la situación lo requería—. Somos tu familia. Sabemos lo que has vivido, pero lo más importante es que, cuando salgas de aquí, nunca vas a estar sola.
Ferran, siempre directo y con esa chispa de determinación, añadió:
—Ya hablamos entre nosotros. Vas a vivir con alguno de nosotros, Nicolle. No volverás al orfanato. No vamos a permitir que vuelvas a un lugar donde te hicieron daño. Todo está arreglado.
Nicolle sintió un nudo en la garganta. El alivio y la sorpresa le pasaron por el rostro como una tormenta repentina. No había imaginado que sus compañeros ya estuvieran pensando en su futuro de esa manera, y mucho menos que estuvieran tan decididos a protegerla.
—No queremos que te preocupes por nada de eso —dijo Gavi—. El club ya está investigando todo lo que pasó. Y nosotros vamos a asegurarnos de que, cuando salgas de aquí, tengas un hogar con alguien que te cuide. No más soledad, Nic. No más miedo.
Los demás jugadores asintieron, cada uno añadiendo palabras de apoyo, asegurándole que siempre estaría acompañada. Nicolle sentía las lágrimas acumularse en sus ojos, pero no eran de tristeza, sino de alivio y gratitud. No sabía cómo agradecerles lo suficiente, pero ellos no parecían necesitar palabras.
En ese momento, lo único que importaba era que Nicolle supiera que no tendría que volver a enfrentarse a sus miedos sola. Cada uno de los jugadores en esa habitación estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para protegerla, como si fuera su propia hermana. Y Nicolle, aunque aún no podía expresarlo con palabras, entendió que, por primera vez en mucho tiempo, tenía una familia de verdad.
El médico entró en la habitación, interrumpiendo el momento. Sabía que la charla era importante, pero también debía revisar a Nicolle. Sin embargo, esta vez, no pidió que se marcharan. Miró a los jugadores, sonriendo levemente.
—Parece que ya estás bien rodeada —dijo—. Eso es lo mejor que puedes tener ahora mismo, Nicolle. Mucho cariño. Eso te ayudará tanto como cualquier tratamiento.
Los jugadores sonrieron, algunos bromeando entre ellos, aliviando la tensión. Pero sabían que lo que acababan de prometerle a Nicolle no era una simple promesa. Lo cumplirían. Y Nicolle, por primera vez, permitió que sus ojos se cerraran con la paz de saber que, cuando saliera del hospital, lo haría con ellos. Nunca más estaría sola.
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"Silencio en la cancha" (Pablo Gavi)
RandomNicolle, una joven futbolista de 16 años, es una estrella en ascenso en el FC Barcelona, pero tras su éxito en el campo se esconde un oscuro secreto. Criada en un orfanato desde pequeña, Nicolle ha sido víctima de abuso físico y emocional por parte...