Capítulo 8: La liga comienza

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El inicio de la liga había llegado, y la atmósfera en el vestuario del FC Barcelona era eléctrica. Los jugadores se preparaban con entusiasmo, ansiosos por demostrar su valía en el campo. Sin embargo, para Nicolle, la emoción del debut se mezclaba con la creciente angustia de su situación en el orfanato.

El maltrato físico que había estado sufriendo en el orfanato y por parte de algunos de sus compañeros se intensificaba. A pesar de que en el campo era una jugadora talentosa y respetada, fuera de él se sentía atrapada en un ciclo de dolor y sufrimiento que no podía compartir con nadie. En los entrenamientos, se veía obligada a usar camisetas de manga larga, incluso cuando las temperaturas eran lo suficientemente cálidas como para justificar una camiseta de manga corta. Se había convertido en una experta en ocultar las marcas en su piel, pero cada vez le resultaba más difícil mantener la fachada.

El primer día de la liga, Nicolle llegó al campo con una mezcla de nervios y emoción. Sin embargo, sus compañeros, al notar las mangas largas, intercambiaron miradas de preocupación. Gavi, que había estado especialmente atento a ella desde su llegada, se acercó antes de que comenzara el calentamiento.

—Nicolle, ¿te encuentras bien? —preguntó, su tono cargado de preocupación.

—Claro, estoy bien. Solo tengo un poco de frío —respondió ella, sonriendo a pesar de la opresión en su pecho.

Mientras se preparaban para el partido, la conversación en el vestuario giraba en torno a las expectativas y estrategias. Pedri, siempre animado, intentaba elevar el ánimo del grupo. —¡Vamos a darlo todo hoy! ¡Quiero ver un gran espectáculo! —gritó, y el resto de los jugadores aplaudieron, llenos de energía.

A medida que se acercaba la hora del partido, Nicolle sintió una presión creciente en su pecho. El momento de salir al campo se acercaba, y aunque deseaba sumergirse en el juego, su mente no podía dejar de pensar en lo que había estado enfrentando. El eco de las burlas de sus compañeros del orfanato resonaba en su mente.

Cuando llegó la hora de comer, el equipo fue invitado a casa de uno de los jugadores, y Nicolle sabía que no podía faltar. Pero su temor aumentaba a medida que se acercaba el momento. A menudo llegaba tarde a estas reuniones, utilizando excusas que apenas lograba creer. Sin embargo, la razón real era que en el orfanato, las cosas estaban empeorando y se encontraba cada vez más vulnerable.

Durante la comida, mientras todos reían y compartían anécdotas, Nicolle permanecía un poco apartada, intentando participar en la conversación, pero sintiendo que algo la separaba de sus compañeros. Cuando Ferran le preguntó por qué no había compartido sus historias del verano, su respuesta fue un simple encogimiento de hombros.

—No fue nada interesante. Solo entrenamientos —dijo, mientras su mirada se desvió hacia la ventana, en un intento de ocultar la tristeza que sentía.

La preocupación de sus compañeros aumentaba con cada encuentro. Cada vez que Nicolle aparecía, sus ropas largas y su expresión tensa hacían que preguntaran si estaba bien. Ferran, después de ver a Nicolle con una camiseta de manga larga en un día caluroso, finalmente no pudo contenerse más.

—Nicolle, deberías usar ropa más ligera. No hay razón para que te escondas —dijo, intentando mantener el tono amigable.

Ella se sintió atrapada entre la necesidad de ser honesta y el deseo de proteger su secreto. —Es solo que no me gusta el sol en la piel. Prefiero la manga larga, eso es todo —replicó, tratando de mantener la calma.

Los días pasaron, y cada vez que entrenaban, el malestar aumentaba en el corazón de Nicolle. El dolor físico y emocional se hacía más pesado. Las marcas en su piel eran un recordatorio constante de la lucha que enfrentaba, y el peso de su secreto se sentía como una carga que no podía compartir.

A medida que la liga avanzaba, el equipo comenzó a recibir elogios por su desempeño. Nicolle se sentía orgullosa de ser parte de algo tan grandioso, pero la distancia entre ella y sus compañeros se hacía más evidente. Aunque los jugadores eran comprensivos y solidarios, la sombra del orfanato la seguía, recordándole lo que estaba en juego.

Al final de cada día, cuando se retiraba a su habitación, las lágrimas caían silenciosamente. Se preguntaba cuánto tiempo más podría mantener la fachada. ¿Hasta cuándo podría ocultar su dolor? La presión era intensa, y en esos momentos, la soledad se convertía en su único compañero.

Sin embargo, había algo en el aire que le decía que pronto tendría que enfrentar la verdad. Los murmullos en el vestuario se intensificaban, y su propia lucha la empujaba a tomar una decisión. A pesar del dolor, había un resplandor de esperanza que nunca la abandonaba: el fútbol seguía siendo su pasión y su escape.

Nicolle sabía que tenía que encontrar la manera de abrirse, de ser valiente no solo en el campo, sino también en su vida personal. Si quería ser parte del equipo, tendría que enfrentarse a sus miedos.

A la mañana siguiente, mientras el sol salía y el nuevo día comenzaba, Nicolle se miró al espejo. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero en su interior sentía que estaba lista para luchar, no solo por su lugar en el equipo, sino también por su propia libertad.

"Silencio en la cancha" (Pablo Gavi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora