La situación de Nicolle no mejoraba y todos en su entorno estaban cada vez más preocupados. Los días se alargaban, y su salud seguía en declive, sin una mejoría notable. Finalmente, después de una serie de exámenes médicos más exhaustivos, llegó el diagnóstico que ninguno esperaba ni deseaba escuchar: mononucleosis infecciosa, comúnmente conocida como la enfermedad del beso. La noticia cayó como un jarro de agua fría para todos.
Cuando los médicos explicaron que la mononucleosis la dejaría fuera de juego durante al menos un mes, tanto Pedri como Fer quedaron abatidos. Esta enfermedad no solo implicaba fatiga extrema y fiebre, sino también una larga recuperación que, en el caso de Nicolle, se complicaba aún más por las secuelas de su accidente anterior. Su cuerpo, aún en proceso de curación, ahora tendría que luchar contra otra batalla imprevista.
Pedri seguía asistiendo a los entrenamientos del Barcelona, pero estaba agotado. No solo por el esfuerzo físico que implicaba su rutina diaria, sino también por las noches en vela, cuidando de su hermana. Fer, igualmente preocupado, no se despegaba de Nicolle ni un segundo, intentando que ella estuviera lo más cómoda posible en casa. Los dos hermanos se turnaban para estar a su lado y asegurarse de que tomara su medicación, se mantuviera hidratada y tuviera algo de compañía. Era evidente que el cansancio comenzaba a afectarles a ambos.
A medida que pasaban los días, el ambiente en casa se volvió cada vez más sombrío. Nicolle se encontraba cada vez más débil, y su frustración crecía. Sabía que estar fuera por tanto tiempo significaría perderse varios partidos importantes de liga y posiblemente los de la Champions League. Era algo que la devastaba. A pesar de ser consciente de que la salud era lo primero, no podía evitar sentir que estaba defraudando al equipo. El simple hecho de pensar en estar fuera del terreno de juego durante tanto tiempo le provocaba una angustia difícil de manejar.
Para Nicolle, aceptar la situación era especialmente duro. Sabía que la mononucleosis no era una enfermedad fácil. Aparte de la fatiga severa, los síntomas persistentes podrían afectarla incluso después de que la fiebre desapareciera. Los médicos le advirtieron que, una vez que comenzara a recuperarse, aún tendría que lidiar con una debilidad general que podría prolongarse por semanas o incluso meses. Esto significaba que su vuelta a los entrenamientos sería gradual y complicada, y que cualquier esfuerzo físico excesivo podría provocar recaídas.
Lo más desalentador para Nicolle era que, además de las secuelas de la mononucleosis, tendría que seguir enfrentando las consecuencias físicas de su accidente anterior. Las lesiones que había sufrido aún no estaban completamente curadas, y su cuerpo no estaba en plena forma. Esta combinación de factores hacía que su futuro en el equipo fuera incierto. Sabía que su rendimiento no sería el mismo durante un tiempo, y eso le pesaba enormemente.
Fer y Pedri intentaban mantener el ánimo en alto, pero la situación era difícil para todos. Aunque hacían lo posible por distraer a Nicolle, hablando de sus entrenamientos o recordándole que el equipo la apoyaba, no podían negar la gravedad de la situación. Pedri, en especial, sufría al ver a su hermana en ese estado. Intentaba ser el hermano fuerte, pero cada día que la veía tan débil y abatida, su corazón se rompía un poco más.
Mientras tanto, en el Barcelona, todos estaban pendientes de su evolución. El cuerpo técnico sabía que la ausencia de Nicolle sería un golpe para el equipo, especialmente en los momentos decisivos de la temporada. Xavi y los demás entrenadores se mantuvieron en contacto constante con Pedri y los médicos para recibir actualizaciones sobre su estado, pero sabían que la recuperación sería larga. La joven promesa del fútbol femenino español estaría fuera del terreno de juego durante un tiempo, y su vuelta no sería inmediata.
En medio de este panorama sombrío, los compañeros de equipo de Nicolle trataban de brindarle su apoyo a través de mensajes y visitas ocasionales. Gavi era uno de los que más la animaba, visitándola siempre que podía, aunque la preocupación por su estado era evidente en su rostro. Cada vez que llegaba, intentaba sacarle una sonrisa, aunque por dentro estaba tan preocupado como sus hermanos.
Con el paso de los días, Nicolle empezaba a aceptar la realidad. Sabía que su recuperación sería lenta, pero estaba decidida a volver al campo tan pronto como su cuerpo lo permitiera. Sin embargo, también comprendía que no podía apresurar las cosas. Necesitaba cuidar su salud, y aunque el fútbol era su pasión, esta vez tendría que priorizar su bienestar.
Los días en casa continuaban con una mezcla de descanso, cuidados y momentos de angustia. Fer y Pedri se alternaban para asegurarse de que Nicolle no estuviera sola en ningún momento. A veces, Pedri se saltaba eventos del club o entrenamientos extras para estar con ella. Sabían que esta situación no solo les estaba afectando a ellos, sino también al Barcelona, que contaba con la presencia de ambos hermanos en plenas condiciones.
A pesar de todo, Nicolle encontraba consuelo en el amor de su familia y amigos. Sabía que, aunque el camino hacia su recuperación sería largo y arduo, no estaba sola en esta batalla. Con el tiempo, volvería a levantarse, más fuerte que nunca, dispuesta a luchar por el equipo y a demostrar que, a pesar de las adversidades, seguiría siendo la jugadora que todos admiraban.
El mes de baja se avecinaba como un periodo difícil, pero Nicolle sabía que, con paciencia y perseverancia, saldría adelante. Ahora, lo único que quedaba era descansar, seguir el tratamiento y confiar en que pronto volvería a sentirse mejor.
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"Silencio en la cancha" (Pablo Gavi)
Ngẫu nhiênNicolle, una joven futbolista de 16 años, es una estrella en ascenso en el FC Barcelona, pero tras su éxito en el campo se esconde un oscuro secreto. Criada en un orfanato desde pequeña, Nicolle ha sido víctima de abuso físico y emocional por parte...