Capítulo 14: El Silencio de Nicolle

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Los días pasaban lentamente en el hospital. Nicolle seguía sin despertar, y la preocupación comenzaba a asentarse como una sombra en cada uno de los que la rodeaban. Gavi apenas se había movido de su lado desde el accidente. Día tras día, se mantenía firme junto a la cama de hospital, observando cada respiración débil, cada leve movimiento que hacía bajo los vendajes y las máquinas que la mantenían estable.

Sus compañeros lo visitaban a menudo, tratando de persuadirlo de que se tomara un respiro, que saliera a caminar o que al menos fuera a casa para ducharse y descansar un poco. Pero Gavi se negaba la mayor parte del tiempo. En su mente, si Nicolle despertaba y no veía a nadie conocido, podría asustarse o sentirse aún más sola de lo que ya había estado durante años.

—Tienes que moverte un poco, Gavi —insistió Ferran en una de las visitas—. No puedes estar aquí las 24 horas. Nicolle necesita que estés bien cuando despierte.

—No voy a dejarla sola —respondía Gavi cada vez, con la misma firmeza en su voz.

Finalmente, después de mucho insistir, Xavi y los compañeros lograron que Gavi se fuera a entrenar con el equipo, aunque su corazón seguía en esa habitación de hospital. Durante sus ausencias, las esposas de algunos de los jugadores del Barça, preocupadas por la situación de Nicolle, tomaron el relevo. Mujeres como la esposa de Jordi Alba o de Sergio Busquets, sabiendo que Nicolle necesitaba un toque femenino y cariñoso cuando despertara, se turnaban para estar con ella.

Ellas la cuidaban con ternura, humedeciendo sus labios con un paño, ajustando las sábanas, y sobre todo, hablándole, como si Nicolle pudiera oírlas desde ese estado de inconsciencia.

—Estás rodeada de personas que te quieren, Nicolle. No estás sola —le decía la esposa de Jordi Alba, acariciándole la frente suavemente—. Todos te estamos esperando, y cuando despiertes, te vamos a cuidar como mereces.

Las palabras, aunque dichas en un susurro, llenaban el silencio de la habitación. Cada pequeño gesto era un recordatorio de que, aunque su cuerpo estaba frágil y su mente perdida en algún rincón lejano, no estaba sola. Leían libros, ponían música suave, cualquier cosa que pudiera hacerle compañía en ese estado de letargo.

Mientras tanto, en el campo de entrenamiento, la situación no era mucho más fácil. El equipo volvía a prepararse para la liga, pero la preocupación por Nicolle estaba en la mente de todos. Gavi entrenaba, pero sus movimientos eran casi automáticos, como si su mente estuviera aún en el hospital. A menudo se detenía, mirando al horizonte, perdido en sus pensamientos hasta que Xavi o alguno de sus compañeros lo llamaban para que volviera a concentrarse.

—Tienes que mantener la cabeza aquí —le decía Pedri un día—. Sé que te preocupa Nicolle, pero va a necesitarte fuerte cuando despierte.

Gavi asentía, pero el nudo en su estómago no se deshacía. Cada vez que tenía un minuto libre, corría al hospital, sin importar lo cansado que estuviera.

En el hospital, los médicos seguían monitorizando cada signo vital de Nicolle. Repetían pruebas, revisaban las heridas, y estudiaban sus niveles de azúcar y anemia con atención. Cada día que pasaba sin que despertara aumentaba la incertidumbre entre el equipo médico. Sabían que la operación había sido complicada, pero no entendían por qué su recuperación estaba tomando tanto tiempo. Su cuerpo mostraba signos de mejora, pero era como si su mente aún no estuviera lista para volver.

—Sus signos vitales están estables, pero no podemos predecir cuándo despertará —explicaba uno de los médicos a Xavi en una de sus visitas rutinarias—. Podría ser mañana, podría tomar más tiempo. Lo importante es que estamos haciendo todo lo posible para asegurarnos de que esté en las mejores condiciones cuando lo haga.

Xavi, siempre el líder del equipo, no mostraba su angustia, pero en su interior temía por lo que podría pasar. Sabía que Nicolle era una luchadora, pero también sabía que nadie sale ileso de tanto dolor, físico y emocional. Mientras él gestionaba la situación desde el club, pidiendo informes y buscando soluciones, sentía la impotencia de no poder hacer más por su jugadora.

Por la tarde, después de los entrenamientos, Gavi volvía al hospital, solo para encontrar a una de las mujeres de los jugadores sentada junto a Nicolle, leyéndole un libro o tarareando alguna melodía suave. Ellas lo miraban con una sonrisa tranquila y lo animaban a seguir siendo fuerte, pero él solo quería una cosa: que Nicolle abriera los ojos y lo mirara de vuelta.

El tiempo pasaba lento y pesado. Nicolle seguía sin dar señales de despertar, pero la rutina de visitas, atenciones y palabras amables no cesaba. Todos en el Barça y en los equipos que se habían enterado de la situación sabían lo importante que era para ella sentir que no estaba sola cuando volviera a la realidad.

Y aunque los días eran largos y la espera desesperante, cada uno de ellos se aferraba a la esperanza de que, cuando el momento llegara, Nicolle volvería más fuerte, con el apoyo de todos los que la querían a su lado.

"Silencio en la cancha" (Pablo Gavi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora