Habían pasado tres semanas desde el accidente, y el equipo estaba inmerso en la rutina de entrenamientos y partidos, aunque la sombra de la situación de Nicolle seguía presente en cada rincón. Todos los días, al terminar el entrenamiento o un partido, uno o varios jugadores pasaban por el hospital para verla, aunque ella seguía sin despertar. Sin embargo, la semana pasada, algo inesperado sucedió. Nicolle tuvo una pequeña recaída.Los médicos habían notado una descompensación en sus niveles vitales, y de inmediato tomaron la decisión de trasladarla a la UCI. Fue un momento angustiante. Mientras los jugadores se preparaban para un importante partido fuera de la ciudad, recibieron la noticia de la recaída, lo que dejó a todos aún más preocupados. Aun así, sabían que tenían que cumplir con sus responsabilidades en el campo, aunque en sus corazones la mente estuviera con Nicolle.
Durante esos dos días en los que estuvo en cuidados intensivos, la preocupación fue palpable en cada conversación entre los jugadores. Gavi, Ferran, Pedri, y otros compañeros más cercanos apenas podían concentrarse. Se preguntaban constantemente cómo estaría, si los médicos lograrían estabilizarla, y si ella podría superar otro obstáculo más en su largo y doloroso proceso de recuperación.
A pesar de la preocupación, el equipo se esforzó y ganó el partido fuera de casa. Una victoria que, como todas las anteriores, dedicaron a Nicolle. Sin embargo, la celebración fue agridulce. Tras el pitido final, en lugar de quedarse a disfrutar del triunfo, todos deseaban volver a Barcelona lo antes posible para saber cómo estaba su compañera.
Al regresar a la ciudad, recibieron buenas noticias: Nicolle había sido estabilizada y la habían vuelto a subir a planta. La tensión en los rostros de todos se disipó un poco, pero aún sentían la necesidad de verla, de estar junto a ella y asegurarse de que estaba mejorando. Así que, tras un rápido descanso, se dirigieron al hospital.
Al llegar a la habitación, encontraron a Nicolle rodeada de flores y peluches, tal como siempre. El ambiente se sentía algo más ligero ahora que sabían que había superado la recaída. Todos los jugadores del equipo, incluidos algunos del cuerpo técnico, llenaron la habitación con energía positiva, contando historias sobre el partido y las típicas bromas que se hacían entre ellos.
—No te lo vas a creer, Nicolle —dijo Ferran, riendo mientras le hablaba, aunque ella seguía inconsciente—. Pedri se tropezó solo en mitad del campo. ¿Te imaginas? Ni siquiera fue por un rival. Aún no nos lo creemos.
Los demás rieron, sabiendo que cuando Nicolle despertara, disfrutaría de esas anécdotas. Pedri, con una sonrisa de vergüenza, levantó las manos en señal de rendición.
—Lo hice a propósito, para entreteneros —dijo, sacándole una sonrisa a Gavi, que no había dejado de mirar a Nicolle desde que entraron.
Gavi se había acomodado junto a la cama, sentado a su lado como siempre lo hacía, sujetándole la mano con suavidad. Observaba cada pequeño movimiento, cada respiración, esperando algún signo de que ella pudiera escucharlos. Mientras los demás seguían hablando y llenando la habitación de risas, Nicolle hizo algo que detuvo a todos.
Su mano se movió ligeramente, apretando débilmente la de Gavi. Fue apenas un gesto, pero lo suficiente como para que él lo notara.
—¡Chicos, espera! —dijo Gavi, levantando la voz con emoción contenida. Todos se quedaron en silencio, mirando hacia la cama.
Nicolle movió un poco la cabeza, y su respiración se volvió más agitada. Sus ojos, aún entrecerrados y pesados, comenzaron a moverse. Poco a poco, entre el cansancio y la confusión, empezó a abrir los ojos, aunque se veía completamente desorientada. No sabía dónde estaba, ni qué había pasado.
—Nicolle... —murmuró Gavi, inclinándose hacia ella, visiblemente emocionado—. ¡Estás despierta!
Los demás jugadores también se acercaron, formando un semicírculo alrededor de la cama. Nicolle pestañeó varias veces, su visión aún borrosa, y trató de enfocarse en los rostros que la rodeaban. Su respiración era pesada, y al intentar hablar, su voz no salió, como si algo la bloquease. Confundida, intentó moverse, pero su cuerpo se sentía rígido y débil.
—Tranquila, Nicolle. No te esfuerces —dijo Pedri, poniéndole una mano en el hombro para calmarla—. Estamos todos aquí. Todo está bien.
Nicolle seguía sin entender. Su mirada pasó por cada uno de sus compañeros, y aunque sus labios se movieron, no salió sonido alguno. Su garganta estaba afectada por los daños del accidente, y aunque los médicos ya lo habían anticipado, para ella fue un choque no poder comunicarse. Intentó levantar la mano, pero sentía su muñeca inmovilizada. La pierna, enyesada, también le impedía moverse con libertad.
El pánico empezó a invadir su rostro, pero Gavi, que aún sostenía su mano, le apretó los dedos suavemente.
—Estás bien. Estás con nosotros —le susurró, con una sonrisa tranquilizadora—. Tuviste un accidente, pero te estás recuperando. Estamos todos aquí, ¿vale?
Ella lo miró, los ojos llenos de lágrimas por la confusión y la impotencia. Intentaba recordar lo que había pasado, pero su mente estaba en blanco. No sabía por qué estaba en ese lugar, ni cómo había llegado allí.
—No tienes que preocuparte ahora —añadió Ferran, desde el otro lado de la cama—. Lo importante es que estás mejorando. Estamos aquí contigo.
Nicolle, aunque todavía no entendía todo, empezó a calmarse poco a poco. Se dejó caer en la cama, sintiendo el cansancio abrumador en su cuerpo. Los chicos seguían hablando, tratando de mantener el ambiente ligero, contándole cómo habían ido los entrenamientos y los partidos.
—No te preocupes, Nicolle —dijo Ansu, esbozando una sonrisa—. Te estamos guardando tu lugar en el campo. Ninguno podrá ocuparlo, ya lo verás.
A medida que los minutos pasaban, Nicolle empezó a relajarse, aunque seguía luchando contra la confusión. No sabía exactamente dónde estaba o qué había pasado, pero lo que sí sabía, era que no estaba sola. Sus compañeros estaban ahí, con ella, y esa certeza, aunque pequeña, fue suficiente para que dejara de luchar contra el miedo y se entregara al agotamiento, cerrando de nuevo los ojos.
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"Silencio en la cancha" (Pablo Gavi)
RandomNicolle, una joven futbolista de 16 años, es una estrella en ascenso en el FC Barcelona, pero tras su éxito en el campo se esconde un oscuro secreto. Criada en un orfanato desde pequeña, Nicolle ha sido víctima de abuso físico y emocional por parte...