Después de la comida con el equipo, la semana de Nicolle continuó siendo un desafío. Aunque había mejorado un poco tras la visita de sus compañeros, seguía muy lejos de sentirse como antes. La mononucleosis, o la "enfermedad del beso" como muchos la conocían, estaba siendo más difícil de superar de lo que todos habían imaginado. La fiebre seguía apareciendo de vez en cuando, el cansancio no desaparecía, y los vómitos hacían que su apetito estuviera completamente reducido. Pedri y Fer la cuidaban constantemente, manteniéndose cerca de ella en todo momento. Su recuperación era una montaña rusa: un día parecía estar mejor y al siguiente, volvía a sentirse peor.El día a día en casa seguía un ritmo lento, con largas horas de descanso, visitas esporádicas de algunos amigos y compañeros, y videollamadas constantes con sus padres, quienes, aunque querían estar con ella, no podían debido a compromisos laborales. Las videollamadas con ellos se habían vuelto un momento diario que Nicolle esperaba con ganas, ya que eran su conexión con el resto de su familia. A veces, incluso, Gavi se unía a las llamadas desde Sevilla, compartiendo anécdotas o simplemente haciéndola reír con su humor característico.
Una tarde, cuando Pedri regresó del entrenamiento, se encontró con que Fer había preparado el almuerzo y Nicolle estaba en el sofá, medio dormida como de costumbre. Aunque parecía que estaba descansando bien, Pedri notaba que su hermana seguía perdiendo peso y, cada vez que la abrazaba o la llevaba a la cama, sentía su cuerpo más débil. La situación empezaba a pesarle, no solo porque le preocupaba profundamente la salud de Nicolle, sino porque la rutina de cuidarla junto a los entrenamientos le dejaba poco tiempo para él mismo.
Esa noche, después de cenar, Pedri y Fer se sentaron en el sofá con Nicolle. Fer, siempre atento, la tenía apoyada sobre su pecho mientras le acariciaba el pelo, y Pedri, exhausto, se sentó a su lado. Encendieron la televisión para distraerse un rato, pero Nicolle, que parecía estar medio consciente, soltó una débil sonrisa y susurró:
—No tienen que cuidarme tanto... estoy bien.
Ambos hermanos se miraron, sabiendo que lo decía para tranquilizarlos, pero en realidad, no podían dejar de preocuparse. Fer, que solía ser el más relajado de los tres, intentó animar el ambiente.
—Bueno, ya que dices que estás bien, ¿qué te parece si mañana vamos a dar un paseo? —bromeó, sabiendo que Nicolle aún no tenía fuerzas para salir.
—Tal vez... en otra vida —respondió ella en tono jocoso, lo que provocó una ligera risa entre los tres.
Las bromas eran la única forma en que podían hacer más llevadero el día a día. Cada pequeño momento de risa era un alivio frente a la incertidumbre de cuánto tiempo más estaría Nicolle fuera de los entrenamientos. El FC Barcelona seguía su curso sin ella, pero todos, desde el cuerpo técnico hasta sus compañeros, la echaban de menos. Incluso Xavi, el entrenador, había enviado mensajes preguntando por su estado. A pesar de todo, la conexión del equipo con Nicolle se mantenía fuerte.
A medida que las semanas pasaban, la incertidumbre aumentaba. Nicolle intentaba mantenerse positiva, aunque no podía evitar sentir la presión de ver a su equipo avanzando sin ella. Los partidos de la Champions League se acercaban, y no poder estar en el campo le generaba una mezcla de tristeza y frustración. A veces, intentaba convencer a sus hermanos de que estaba lista para volver a entrenar, pero sus cuerpos exhaustos y miradas firmes le recordaban que aún no era el momento.
Durante una videollamada con sus padres, un día especialmente difícil, Nicolle no pudo contener las lágrimas. Sentía que su cuerpo la estaba traicionando. Aunque quería regresar cuanto antes, sabía que no podía forzar su recuperación. Fer, sentado a su lado durante la llamada, le tomó la mano con suavidad y la dejó llorar, sabiendo que lo necesitaba. Su madre intentaba consolarla a través de la pantalla.
—Mi niña, esto es solo una prueba más. Sabes que eres fuerte, lo has demostrado muchas veces. Esto pasará, y volverás más fuerte que nunca.
Las palabras de su madre le daban consuelo, pero Nicolle seguía sintiendo esa opresión en el pecho que solo desaparecía cuando lograba descansar profundamente.
A pesar de los malos momentos, la vida no se detenía. Pedri seguía entrenando y jugando, y aunque cada partido lo daba todo por su equipo, siempre tenía una parte de su mente enfocada en Nicolle. El vínculo entre los hermanos se había fortalecido más que nunca en esos días difíciles, y él se aseguraba de que, al regresar a casa, Nicolle tuviera siempre algo que le animara: una película, un detalle, o simplemente estar allí para escucharla.
Hacia el final de la semana, hubo un pequeño rayo de esperanza. El médico del equipo visitó la casa para una evaluación, y aunque no dio noticias milagrosas, aseguró que Nicolle empezaba a mostrar signos de mejoría. La fiebre había disminuido un poco, y aunque seguía débil, el hecho de que no empeorara más era un buen indicio. Sin embargo, recomendó más reposo y mucha paciencia, algo que no era el fuerte de Nicolle.
—Solo un poco más, Niki —le dijo Pedri una noche, usando el apodo cariñoso que solo sus hermanos le decían—. Estás mejorando, te lo prometo. Ya casi lo logras.
Nicolle, tumbada en la cama, simplemente asintió, demasiado cansada para responder. Sabía que la espera era lo más difícil, pero con el apoyo incondicional de Pedri, Fer, y el resto del equipo, tenía la certeza de que no estaba sola en esta lucha. Ahora solo quedaba esperar, descansar y confiar en que, tarde o temprano, volvería a brillar en el campo como antes.
4o
ESTÁS LEYENDO
"Silencio en la cancha" (Pablo Gavi)
CasualeNicolle, una joven futbolista de 16 años, es una estrella en ascenso en el FC Barcelona, pero tras su éxito en el campo se esconde un oscuro secreto. Criada en un orfanato desde pequeña, Nicolle ha sido víctima de abuso físico y emocional por parte...