Capítulo 24: Oficialmente una González

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El proceso había sido más rápido de lo que nadie había imaginado. Nicolle ya era oficialmente una González. La familia de Pedri, con la ayuda del equipo de abogados del club, había acudido directamente a los juzgados para evitar cualquier obstáculo que el orfanato pudiera interponer. Sabían que si lo hacían a través del orfanato, las dificultades serían mayores, pues no les iban a permitir dejar a Nicolle marcharse fácilmente. Pero ahora, con todo legalmente resuelto, Nicolle tenía una familia, una verdadera familia que la protegería y cuidaría.

Aunque Nicolle seguía en el hospital, las cosas se iban acomodando poco a poco. Los días habían transcurrido entre sesiones de fisioterapia y visitas de sus compañeros, pero la noticia de que su adopción ya era oficial le había llenado de una paz que no había sentido en mucho tiempo. Fer, el hermano mayor de Pedri, había estado a su lado en todo momento, ayudándola a comprender lo que sucedía y asegurándose de que nada escapara a su atención.

—El viernes te dan de alta —dijo Fer con una sonrisa cálida mientras se sentaba junto a la cama de Nicolle, que lo miraba con expectación—. Vendremos mis padres y yo a recogerte. Ya está todo listo, solo faltas tú.

Nicolle no pudo evitar sonreír. No podía hablar del todo, pero su mirada lo decía todo. Estaba emocionada, aunque un poco nerviosa. Fer le tomó la mano y la apretó suavemente.

—No te preocupes por nada. Vamos a ir paso a paso, ¿vale? —le aseguró—. Ya tenemos todo organizado. Te hemos preparado una habitación preciosa en nuestra casa, y Pedri y mi madre están preparando una pequeña fiesta para darte la bienvenida. Nada grande, solo con los más cercanos, para que no te sientas abrumada.

Los ojos de Nicolle brillaron con emoción al escuchar eso. Aunque no había podido hablar mucho debido a las operaciones, su capacidad para comunicarse con sus ojos y sus gestos era clara. Estaba ilusionada por lo que vendría después.

Fer también se aseguró de explicarle todos los cuidados que necesitaría una vez saliera del hospital. Había sido muy meticuloso en tomar notas de todo lo que los médicos le habían indicado. Nicolle necesitaría llevar insulina de manera constante debido a su diabetes, y la tendría colocada en su brazo, con un dispositivo que medía sus niveles de azúcar en sangre y regulaba la cantidad de insulina que requería. Solo tendría que cambiarlo una vez a la semana, y Fer se aseguraría de que supiera cómo hacerlo correctamente.

—No te preocupes, vamos a estar muy pendientes de ti —dijo Fer, tomando su cuaderno de notas y repasando la lista que había hecho—. Tu alimentación será estricta, pero lo tenemos todo bajo control. Mamá está aprendiendo todas las recetas saludables que necesitas, y Pedri también está pendiente de todo. Tendrás sesiones diarias con el fisioterapeuta para recuperar la movilidad completa, y yo te acompañaré mientras Pedri entrena con el equipo.

Nicolle escuchaba atentamente, asintiendo mientras Fer le explicaba los detalles. Sabía que su vida cambiaría, pero lo que más la tranquilizaba era el hecho de que no estaría sola. Tendría a Fer, Pedri, sus nuevos padres y todos los jugadores del equipo a su lado, apoyándola en cada paso de su recuperación.

Los días pasaron rápidamente, y llegó el viernes, el día en que Nicolle por fin dejaría el hospital. La emoción se palpaba en el aire cuando Fer llegó junto a sus padres para recogerla. Nicolle, aún un poco débil pero con mucha más fuerza que antes, estaba sentada en la cama, lista para marcharse. La sonrisa en su rostro lo decía todo.

—Vamos a casa, Nicolle —dijo Fer, acercándose para ayudarla a levantarse—. Tu nueva casa.

Mientras Fer la ayudaba a ponerse en pie, los médicos le dieron una última revisión. Nicolle aún necesitaba algo de apoyo para caminar, pero con la fisioterapia, se esperaba que recuperara su movilidad completa en cuestión de semanas. Los vendajes en su pierna y muñeca seguían allí, recordatorios de lo que había pasado, pero también señales de su increíble fortaleza para superar todo lo que había vivido.

Con todos los papeles del alta firmados y las instrucciones médicas claras, Nicolle salió del hospital con Fer y sus padres. La familia González la recibió con brazos abiertos, llenos de amor y esperanza. Durante el trayecto a casa, Nicolle observaba el paisaje a través de la ventanilla del coche, con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Cuando llegaron a la casa de los González, la puerta se abrió para revelar una escena encantadora: Pedri y su madre habían organizado una pequeña fiesta de bienvenida. Había globos, guirnaldas y una mesa llena de comida saludable, perfectamente adaptada a las necesidades de Nicolle. Los compañeros del equipo también habían dejado algunos regalos y cartas para ella, sabiendo que sería un día especial.

—¡Bienvenida a casa, Nicolle! —dijo Pedri, abrazándola con cuidado.

Aunque Nicolle no podía decir mucho, las lágrimas en sus ojos y la sonrisa en su rostro eran más que suficientes para expresar su gratitud. No podía creer que todo aquello estuviera sucediendo. Después de tantos años de sufrimiento y soledad, finalmente tenía una familia, un hogar y un futuro lleno de cariño y apoyo.

La familia González, con Pedri y Fer a la cabeza, se aseguró de que Nicolle supiera que ya no tendría que preocuparse por nada. Estaban allí para cuidarla, para asegurarse de que su recuperación fuera lo más llevadera posible y para garantizar que, a partir de ese momento, su vida sería completamente diferente.

Y así, mientras la fiesta continuaba con risas y momentos de alegría, Nicolle no pudo evitar pensar que, después de todo, había encontrado un lugar al que verdaderamente pertenecer.

"Silencio en la cancha" (Pablo Gavi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora