¿Quién le tiene miedo a Lele?

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— Quizá sea mejor que me sueltes — murmuró Alen, dándole unas palmaditas en el hombro a Mabel.

La chica negó con la cabeza, oculta en su cuello, y clavó las uñas aún más fuerte, sin intención de separarse. Instintivamente, él acomodó un brazo para sostenerla, pero en cuanto lo hizo, un ave de fuego apareció entre el cabello de Mabel, frunciendo su pequeño ceño mientras lo miraba. La muñeca de trapo se sacudió el agua sin dificultad, ya que estaba hecha para soportar cualquier travesura infantil, y observó el estado actual de la oficina.

"Esto podría ser malo" — comentó.

Después de todo, era bien sabido que los registros que Blaz guardaba cerca eran los más importantes: los pedidos secretos de las figuras más influyentes. Era un duende escurridizo, con experiencia y muchos trucos bajo la manga, pero no podría, en un millón de años luz, superar a todos los líderes en Rever. No logró evitar que le impusieran un juego, mucho menos lograría vencer a personas entrenadas por y para la guerra. Por eso se mostraba tan ansioso por congraciarse hoy con Sasha Chernov: le tenía un miedo atroz, y le resultaba mucho más seguro convertirlo en aliado que en enemigo.

— ¡Es terrible! — lo corrigió Raptor — ¡Y lo hicieron ustedes, eh, yo no tengo nada que ver!

— "Lele piensa que eres un miedoso. ¿Qué haces en un lugar como este si temes hacer enemigos? "

— ¡¿Miedoso?! — bufó Raptor — Eso se llama tener cerebro, algo que una muñeca de trapo claramente no conoce.

Mabel alzó la mirada al escuchar la burla. Giró el cuello para mirar al chico con desaprobación y forcejeó con Alen para que la llevara hasta él. Alen esbozó una sonrisa torcida cuando Mabel lo agarró del cabello, pero no la apartó.

— No creo que sea buena idea que te acerques...

— ¡Llévame! — Mabel se retorció, intentando subirse a sus hombros. Alen hizo su mejor esfuerzo para evitar que se golpeara contra los estantes al inclinarse de lado.

— Estás un poco...

— ¡Borracha, maldita alcohólica! 

— Que te importe un... ¡Ah!

Alen la giró en el aire, regresándola a sus brazos, y la depositó suavemente sobre el escritorio. Aunque sus movimientos fueron rápidos y gentiles, el rostro de Mabel se puso verde por el vértigo; se giró y vomitó sobre el asiento de madera de roble importado de Blaz. Lele corrió a ayudarla, apartándole el cabello y buscando agua fresca y comida. Cereza, en cambio, saltó al escritorio y, siguiendo donde Mabel se quedó, soltó un agudo pitido de ira y lanzó una ráfaga de bolas de fuego hacia Raptor. ¡Nadie insultaba a su equipo!

— ¡Hey! ¡Hey! ¡Estúpido ruiseñor, haz algo!

— ¿Por qué los insultas? ¿Crees que no tienen derecho a defenderse?

— ¡Te pagué para mantenerme a salvo!

— Me pagaste para regresarte con vida; hay una gran diferencia.

De pronto, entre ellos apareció la imagen de un fénix de llamas azules que agitó las alas y se desvaneció tan rápido como llegó. Alen miró a Mabel, que sostenía la carta de ayuda que él le había dado y seguía dibujando con el dedo sobre ella, sin darse cuenta de que el efecto ya había surtido.

— ¿Mabel? ¿Qué pasa?

La chica se giró a verlo, sorprendida.

— ¡Llegaste tan rápido! — las lágrimas comenzaron a caer inmediatamente después —. No me siento bien y estoy toda mojada, llévame a casa — lloró.

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