Cuna de oro

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Ellis sacó la foto del marco y se la entregó.

- Parece ser una evidencia, aunque aún no sepamos de qué.

El tema del juego no era la culpa ni el remordimiento; era el miedo a ser descubiertos, a afrontar las consecuencias de sus actos. El señor Clow estaba enfadado con ellos por herirlo, sacando a la luz sus secretos más oscuros y dándoles una única oportunidad de sepultarlos porque, seguramente, él mismo tenía las manos tan sucias como ellos.

- Debe estar relacionado con nosotros también - continuó Ellis.

Mabel había estado revisando el sillón individual, palpando cierres y hendiduras en busca de cualquier peligro. Cuando se aseguró de que no saldrían manos fantasmas del interior para sofocarla, se sentó. Ellis también se acercó para seguir analizando la fotografía juntos. La lámpara y Cereza estaban sobre la mesita de centro, y la linterna apuntaba al techo porque la soga que perseguía a Mabel seguía apareciendo con el más mínimo descuido.

La linterna de Ellis era grande y pesada; alguna vez debió haber sido plateada, pero ahora su brillo se había desvanecido, mostrando signos de oxidación y desgaste.

- La compré cuando me di cuenta que los juegos en lugares embrujados serían una constante - Ellis se rió, tendiéndole la linterna a Mabel para que la examinara mejor -. No te dejes engañar por su apariencia desgastada, siempre se ha visto así.

- No parece una gran inversión.

- Es cierto - asintió Ellis -. Las cosas del supermercado parecen de dudosa procedencia, pero cumplen lo que prometen. Por supuesto, hay otras tiendas por el Jardín, algunas criaturas mágicas... bueno - se interrumpió, corrigiendo para no confundir a Mabel - no son como tu ave de fuego, más bien como las criaturas de los cuentos de hadas, solo que un tanto.... arrabaleras. Creo que el más conocido debería ser Blaz el Grande; tiene tiendas con todo tipo de accesorios, posiciones y armas que puedas imaginar, aunque la mayoría son robados, así que ten cuidado, porque podrían atacarte si reconocen lo que compraste como suyo. El resto son creaciones propias de cada local, pero las armas mágicas son difíciles de hacer, y aunque pueden usarse para muchas cosas más, corres el riesgo de que dejen de funcionar o incluso exploten. Es mucho cuestión de suerte, a decir verdad.

- Suena muy divertido...

¡Maldito Davian! Los gritos de Lumière, aterrado porque Davian había usado otro producto experimental en ella, volvieron a la mente de Mabel, más aterradores que cualquier lamento fantasmal. No tenía pruebas, pero estaba convencida de que el suero MS04 y el celular con cables que había sujetado fueron probados por primera vez en ella. No sabía si debía llorar, gritar, o ambas cosas. Quizás incluso maldecirlos, como solo haría un camionero en medio de una ruta plagada de avistamientos paranormales. Si no lograba ingresar al Centro de Juegos, y activar su número, ¿cómo iba a conseguir cosas como la linterna de Ellis? ¡Y sin puntos!

Mabel encendió y apagó la linterna tan rápido que la soga no tuvo tiempo de aparecer a saludar. La luz de la linterna seguía siendo potente y firme, iluminando gran parte de la habitación, a pesar de su apariencia envejecida e inútil.

- Funciona de maravilla - suspiró con envidia, devolviendo la linterna mientras pensaba en sus montones de basura, etérea, extraña y penosa, que había dejado en el lago y que no servían para nada.

- Claro, todo en el Jardín funciona, aunque sea por un tiempo - dijo Ellis, divertido. Luego, miró al techo pensativo antes de agregar: - Lo que quizá no funcione tan bien son los accesorios de calidad legendaria. Se dice que son objetos tan antiguos como poderosos, y que adquirieron una especie de conciencia propia, que los volvió caprichosos. No responden a cualquiera y no son fáciles de encontrar. Solo he visto uno en mis veintiún juegos, y era una gabardina muy fea - se rió al recordarla - andrajosa, no darías ni una moneda por ella, pero así de extravagantes son las leyendas, ¿no?

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