Extra#1: La primera noche de Halloween de Cereza y Mabel

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Aviso: Este capítulo contiene referencias a temas religiosos y a otras creencias espirituales. La inclusión de estos elementos es parte de la ficción de la historia y no representa una posición en particular. Respeto todas las creencias y tradiciones espirituales, siempre que no impliquen daño a los demás. Los aspectos mencionados están destinados únicamente a enriquecer la narrativa y no tienen la intención de ofender o desacreditar ninguna creencia o práctica.



La lasaña estuvo lista diez minutos antes de las siete, la hora de la cena. El timbre del reloj sonó tan estruendosamente como una sirena anunciando el fin del mundo desde dentro del cajón de los trapos. Cómo terminó el reloj ahí, cuando debería haber estado sobre la mesa, fue irrelevante una vez que vió el caldo de carne y sangre que intentaban hacer pasar por comida italiana. La señora Mallory había sido muy clara al decir que debía seguir la lista y las notas al pie de la letra, y el primer punto de esa famosa lista era precisamente la cena. La nota junto al horno la urgía a sacar la comida en cuanto sonara la alarma; un segundo más y los niños se negarían a comerla por estar sobrecocida. Por lo tanto, ahí estaba Mabel, corriendo de regreso a la cocina, el ruido ensordecedor del temporizador en los oídos cuando tomó un trapo para abrir el horno, lanzando el refractario caliente sobre la mesa con el riesgo de romperlo. Arrojó el trapo caliente al fregadero, preguntándose qué había hecho mal en la vida para llegar a ese momento.

Una hora antes, Mabel estaba muy feliz. Había caído en el jardín de la casa de enfrente y, al rodear la vivienda a oscuras, un mundo de risas, disfraces y luces se abrió ante ella. ¡Era un juego de Halloween! A nadie le importó ni Mabel ni su aspecto ni de qué rincón oscuro había salido para unirse al bullicio. Estaban al final de una calle que terminaba en un redondel, y las dos casas centrales ofrecían un espectáculo encantador para recibir a los niños y sus padres con alegría. Sin embargo, los vecinos que flanqueaban estas casas mostraban extremos que indignaban a los visitantes. La casa donde apareció Mabel había cerrado puertas y ventanas, dejando todas las luces apagadas, incluida la del pórtico, para que nadie llamara buscando dulces.

Por otro lado, la casa al otro lado de la calle sí estaba decorada: un grupo de esqueletos disfrazados de Sherlock Holmes, Watson y policías rodeaba una calabaza rota en el suelo. Una forma ingeniosa de justificar el uso de cintas amarillas que decían "No cruzar - Escena del crimen", protegiendo el césped de los pies traviesos que clamaban por azúcar. Las luces estaban encendidas, y un cuenco en forma de calabaza esperaba en la entrada. Sin embargo, nadie parecía mirar en esa dirección y todos pasaban de largo hacia la siguiente casa con brujas. El brillo familiar, completamente diferente a todas las luces y adornos coloridos, se encontraba en el timbre de esa casa. Mabel se tomó un momento para observar la fachada, intentando entender por qué la gente evitaba ese lugar.

Finalmente, decidió preguntar al grupo más simpático entre la multitud: mamás disfrazadas de vaqueras que arreaban a sus vaquitas, apenas mayores para caminar y sostener una calabaza pidiendo dulces. Era lo más adorable del mundo.

– ¿Por qué? – preguntó la mujer, que no debía ser mucho mayor que Mabel, pero que actuaba como una señora en toda regla, cruzando las manos en su espalda y asintiendo como un sabio en la cima de una montaña –. Los Mallory son demasiado... bueno, simplemente no es buena idea – se encogió de hombros.

– Llevan la vida saludable a otro nivel – añadió otra de ellas, comiendo de la bolsa de dulces de su hija –. Es Halloween, si no puedes permitirte un toque de azúcar, es deprimente.

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