—¿Me espiaste? —chilló Mabel, alternando un dedo acusador entre Bastet y Kiran.
—Espiar es una palabra fuerte. Más bien... estábamos reconociendo el terreno.
—¿El terreno debajo de mi manta? —espetó entre dientes.
¿Era por eso que él sabía sobre su pijama antes de que ella saliera de la tienda de campaña? ¿Fue Bastet?
—¿Puedes hablar? —le preguntó a la lince, boquiabierta.
—No exactamente —respondió Kiran sonriendo mientras se acuclillaba junto a Bastet y le acariciaba la cabeza. —Es más... energético que verbal, por decirlo de algún modo.
¿Quería verle la cara de estúpida? ¿En qué maldita frecuencia vibraba "pijama rosa con fresas"? ¡Por favor! Pero, cuando no tienes el sartén por el mango, la carta de la bonita tonta era más segura que ponerse altanera con un tipo que claramente sabe lo que hace y tiene grandes motivos para usar la fuerza contra ti.
—Lindo atuendo —añadió Kiran, con una sonrisa inocente mientras derrumbaba la seguridad de Mabel sin ningún esfuerzo.
Ya se le había olvidado el cambio de ropa. Pero eso no tenía nada que ver con Lumière, así que no le preocupó; simplemente había caído accidentalmente en esos túneles.
—Y este pequeño amigo... qué sorpresa, un ave de fuego en un lugar como este —Kiran se inclinó hacia al pajarito, que soltó un pío y alzó sus alas huesudas para espantarlo.
—No le gusta la gente nueva —Mabel retrocedió un poco más para que el pajarito se sintiera seguro de nuevo.
—Ya veo... pero parece ser que sigue manteniendo su contrato vigente.
—¿Eh?
Mabel no entendió a qué se refería. Observó cómo él enganchaba con un dedo el hilo dorado que salía desde la pata del pajarito hasta el interior del bolso, como una delicada correa.
—No creo que lleves solo ropa en esa maleta, ¿verdad? ¿Son los restos de tu contratista? —le preguntó al pajarito.
El ave de fuego giró la cabecita, yendo hacia el otro lado del bolso para estirar el hilo y que saliera de su mano.
—¿Contratista? —repitió Mabel, cambiando el bolso de lado para darle espacio al pajarito.
—Existe una especie particular de Bestias más poderosas que los mundos de los juegos de donde provienen. Evie permite que esas criaturas entren a Rever Arcade a través de contratos con los jugadores. Esta preciosura —le dio besitos a Bastet en la cabeza— es una de ellas. Y el pajarito que llevas contigo, también. Normalmente, cuando una de las partes... ¡ahem!, falta, el contrato se invalida automáticamente. Este pequeño amigo sigue aferrándose al suyo, al parecer, aunque eso le esté costando la vida.
En un impulso, Mabel sujetó al pajarito en una mano. El ave de fuego graznó, furiosa, pero a ella no le importaron sus quejas.
—¿Es cierto? —lo cuestionó cara a cara. —¿Te quedaste voluntariamente en ese maldito agujero, en esa asquerosa cueva, para cuidar los huesos de tu amigo?
El ave dejó de forcejear y apartó el rostro, esquivando la mirada de Mabel. No parecía ni triste ni nervioso; simplemente no quería oírla.
—¡Te estás lastimando!
Quería sacudirlo hasta que el amor propio y la conciencia se acomodara correctamente en él. ¿Quién, en su sano juicio, aceptaría una vida miserable como esa solo por proteger un saco de huesos de ser comido por los escarabajos? El pajarito soltó un chillido agudo y molesto, le mordió el dedo y forcejeó para escapar. La piel se rompió, y el pajarito quedó paralizado al ver cómo la sangre comenzaba a brotar de la herida. Mabel se quejó, incrédula, y llena de dolor, aún así recordó dejar al pajarito con delicadeza sobre el bolso. Su respuesta instintiva fue llorar, tanto por el dolor físico como emocional, pero no quería hacerlo frente a los demás.

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Rever Arcade
AdventureMabel quería dinero, una casa propia y felicidad. Aceptó entrar al mundo de juegos de Rever Arcade para buscar al hermano perdido de alguien, con la promesa de volverse ridículamente rica al terminar. Sin embargo, no esperaba acabar siendo dueña de...