La última hora del día y la primera de la noche

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 — Lele, ¿me pasas una botella de agua?

La muñeca se giró, fingiendo no escuchar. Cereza se ocultó en su mano con la conciencia culpable. Mabel observó el comportamiento, extrañada; normalmente eran bastante escandalosos con sus opiniones, ¿y ahora de pronto se volvían dóciles y sumisos? Ajá. Con evidente desgano, Lele entregó la botella, lanzando una pequeña a Hazel para que la abriera él mismo, mientras le daba a Mabel otra de un litro. Desenroscó la tapa y se la entregó con unas palmaditas cariñosas, gesto que la hizo parecer aún más culpable.

— ¿Qué han estado haciendo ustedes tres? - preguntó Mabel, recelosa. Entre el rostro amable de Hazel y Lele evitando mirarla, la palabra "problema" flotaba en el aire.

Mientras el peculiar grupo se lanzaba miradas incómodas sin decir nada, Ryker dio un codazo a Vicent, señalando con la cabeza hacia Oslo. Ambos lo arrastraron fuera de la habitación para hablar en privado.

— ¡Deja de mirarla así! - Ryker le dio un manotazo en la cabeza.

Oslo lo fulminó con la mirada y se apartó, molesto.

— ¿Son idiotas? ¿Van a hacerle caso tan fácilmente? - los increpó enojado.

— ¡Por supuesto, imbécil! - susurró Ryker con furia, señalando la puerta abierta. — ¡Tiene a un moderador bien agarrado por los huevos ahí dentro! Si quiere que saltes, ¡saltas! O su muñeca te corta las piernas, ¿quieres quedarte sin ellas?

— Es una novata - masculló Oslo, bajando la voz al notar las miradas sombrías de sus compañeros. —No debería ser tan fuerte.

— ¿Te sientes muy valiente, Oslo? - Vicent dio un paso al frente, manteniendo un tono bajo. — ¿Acaso algo en este maldito lugar es normal? Cuando el juego no es tranquilo, ¡te callas y te largas! Nuestras vidas dependen de que ese niño bonito se concentre en ella. Agradece no ser el centro de atención.

— No me agrada - escupió Oslo, desviando la mirada con rabia.

— ¿Y qué? ¿Piensas casarte con ella? - respondió Ryker. — Si no tienes poder para sostener ese orgullo, cierra la boca y mira al suelo. Pero deja de intentar provocarlos.

— Nos encerró en una jaula de hilo ultramarino, Oslo - añadió Vicent, apartando a Ryker con un tono más suave. — ¿Recuerdas cuánto cuesta treinta centímetros de ese hilo?

Mucho. Era prácticamente una aleación de cristal en un grosor finísimo, más resistente que el diamante. No se enredaba, no podía romperse, y Lele había cubierto un camino entero con él. Era una demostración de poder discreta, porque si hubiese enredado aunque fuera un poco de ese hilo en sus cuellos, ninguno estaría vivo para contarlo. La muñeca estaba jugando, y si podía permitirse desperdiciar tantos accesorios carísimos, era porque tenía más.

Ellos habían sobrevivido a ocho juegos en Rever, y apenas podían considerarse principiantes. Sin la suerte de Mabel, no estaban en posición de andar provocando a los fuertes.

Aunque comprendió el mensaje, Oslo apretó los puños a su costado, más furioso que antes.

Aunque comprendió el mensaje, Oslo apretó los puños a su costado, más furioso que antes

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⏰ Última actualización: 3 hours ago ⏰

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