Estamos jodidos

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— ¡Entre los árboles!

— ¡Rápido! ¡No dejen que se escape!

Pensaron que se habían librado al adentrarse en el bosque, pero los aldeanos no tardaron en tomar antorchas y rastrillos, listos para lincharlos si los atrapaban.

— ¡Joder! — Mabel se dobló, sin aliento. Lele continuó arrastrando a un Ryker inconsciente unos metros más, deteniéndose solo al sentir que Mabel no la seguía. Al girarse para mirarla, encontró a la chica medio desplomada contra un árbol, sujetándose el estómago, a punto de vomitar el ramen instantáneo.

Su rostro enrojecido y sudoroso dejaba claro que no podía seguir corriendo, pero las voces se acercaban. Lele regresó, el cuerpo de Ryker rodando tras ella, para intentar animarla a continuar.

"¡Tienes que moverte!"

— No puedo — jadeó — voy a...

Vomitar. Sus rodillas cedieron, y su estómago, exhausto, decidió expulsar lo poco que había cenado esa noche.

"Bien, Lele se hará cargo."

El enorme hacha había quedado atrás en el campo de flores, pero Lele no carecía de armas. Mabel miró de reojo la ballesta en sus manos; no era una versión pequeña ajustada a su tamaño, sino una regular que lucía tan peligrosa como cabía esperar de un arma así. Las voces eran muchas, y la ballesta arrojaba una flecha a la vez, ¡no era suficiente!

— ¡Lele! — chilló Mabel, sintiendo la garganta arderle al hablar.

"Lele solo va a divertirse un poco."

Mabel tomó a la muñeca por el cuello, girándola en la dirección de escape y empujándola para avanzar juntas una vez más. Aunque lenta, torpe y físicamente agotada, cualquier avance era mejor que descubrir lo que Lele planeaba hacer con la ballesta contra doscientos aldeanos, o ciento noventa y nueve a partir de esa noche. El mayor temor del equipo Dinamita Bombastic finalmente se hizo realidad. Poco después, el pie de Mabel cayó en un hoyo, se escuchó un chasquido aterrador mientras caía al suelo nuevamente, y Cereza casi chocaba contra un árbol al verla. Lele intentó atraparla antes de que rodara cuesta abajo, pero cargar a Ryker la había ralentizado. Mabel rodó unos metros y, al detenerse, no pudo volver a levantarse.

— ¡Jodido santo infierno! — las estrellitas danzaron frente a su rostro y el chasquido resonó en sus oídos. El dolor en el tobillo superó sus expectativas, considerando que se  había roto muchas cosas durante Paseo Nocturno, y su tolerancia había crecido desde entonces. Pero no, nada podía superar un hueso roto de una forma tan tonta.

"¡No mires! ¡No mires! ¡No mires!" — Lele arrastró su ballesta y a Ryker hasta Mabel, intentando impedir que viera su tobillo astillado, pero ella fue más rápida. Ni la sangre ni el hueso sobresaliente le habrían molestado, pero al ser su propio tobillo el que parecía una ramita rota en el suelo, su reacción fue distinta. Apenas atinó a vomitar a un lado y no sobre sí misma —. "¡No te desmayes!"

No podía prometerlo, especialmente porque el mareo se intensificó al ver su tobillo.

"Lele se encargará, pero ¡no te desmayes!"

Cereza sobrevoló su cabeza, listo para traerla de vuelta si perdía el sentido. Mabel miró con disgusto a Ryker, plácidamente inconsciente. Malditos hombres, maldito suelo irregular y maldita su suerte.

"Sube, vamos" — Lele sujetó a Mabel por el codo y la arrastró hacia el jeep descapotable junto a ellas.

— ¿Qué demonios?

Era un juguete para niños, claro, pero lo suficientemente grande para que un adulto bajo entrara con las piernas dobladas.

— ¡¿Tenías esto y apenas decidiste sacarlo?!

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