Viernes, alrededor de las 10 pm.
El celular vibró anunciando la llegada de un nuevo mensaje. El nudo que vivía con residencia permanente en su garganta se apretó, y la sopa instantánea sobre la mesa se volvió repentinamente difícil de comer. Siguió revolviendo los fideos sin molestarse en revisar la notificación, intentando encontrar de nuevo el entusiasmo por la cena. El círculo social de Mabel era escaso tirando a inexistente; si no era un mensaje genérico de noticias, las posibilidades restantes eran Bianca, quien fue inmediatamente descartada porque podía escucharla canturrear desde su habitación, Diego, su hermano mayor, o la respuesta a uno de sus múltiples correos solicitando empleo.
En ese día y a esa hora, cualquier respuesta que involucrara un trabajo tendría un hedor sospechoso a explotación laboral; no obstante, un mensaje así sería mejor recibido que uno de su hermano, lleno de palabras bonitas y consideradas. En ese punto, sus opciones laborales eran limitadas y, francamente, lamentables. El título universitario que tanto luchó por obtener estaba empolvándose en un armario, a la espera de un milagro. Solo podía lamentar que tanto conocimiento y tiempo invertido fuera desperdiciado por culpa de un cretino sin vergüenza ni valores, un idiota que estaba arrinconándola de regreso a trabajos de servicio al cliente y comida rápida. Entre la ira y las ganas de llorar, Mabel solo podía botar la sopa intacta para tener algo que hacer. Diego sabía que había dejado el trabajo de oficina que consiguió nada más graduarse, pero no le dijo el por qué; ¿Cómo hacerlo cuando estaba tan emocionado por verla en el 'mejor momento de su vida'?
No, no estaba en el mejor momento de su vida; por el contrario, eran tiempos oscuros y deprimentes. El trabajo de sus sueños terminó en conciliación, donde dos personas sin sentimientos, corazón o valores mediaron una solución entre su ex jefe, Mabel y su abogado. El acoso laboral del cretino era tolerable –'Gajes del oficio' dijeron las compañeras. ¿Qué oficio?, preguntó Mabel; estaban en una maldita oficina, no en un burdel–, y el exceso de trabajo, aceptable, pero cuando él intentó propasarse con ella, arrinconándola en un cuarto estrecho y aislado, Mabel rompió todo, incluyendo su nariz y brazo, hasta lograr escapar. Era evidente que el cretino no esperaba que se defendiera, probablemente cegado por prejuicios estúpidos.
Diego se moriría de coraje si lo supiera. Correría a su ex trabajo, armaría un escándalo, exigiendo justicia por ella. Si bien su red de apoyo era pequeñísima –con solo sus hermanos y mejor amiga–, Mabel sabía que era amada y protegida; por eso no tuvo miedo de contratar un abogado y pelear. Pensó que había dejado todo atrás en esa sala, pero nunca esperó que el cretino no solo fuera una basura como jefe, esposo y persona, sino un lambiscón rencoroso con contactos que bloquearon todas las posibilidades de que consiguiera algo remotamente cercano a la carrera que estudió. Era una pesadilla. ¿Qué tipo de mundo de mierda era ese que le cerró todas las puertas porque un hombre asqueroso lo pidió?
Ahora, con sus ahorros disminuidos significativamente y la esperanza marchitándose en los bordes, Mabel comenzaba a sentir la presión por encontrar un empleo. Tenía una entrevista al día siguiente en la que Diego, Bianca y Mabel estaban secretamente depositando todas sus esperanzas. Una entrevista en sábado, ¿Quién hacía eso? Tuvo un mal presentimiento desde que se programó, pero tampoco había nada que pudiera hacer al respecto; necesitaba trabajo aunque fuera uno donde la explotación se percibiera en todas sus formas y colores. Un mensaje de ánimos lo único que lograría era hundirla más en el sentimiento de derrota que la había acompañado a todas partes como alma en pena.
No era su culpa y no se arrepentía, pero quizá si no le hubiera roto la nariz y el brazo, no hubiera sido tan malo el coraje que le agarró. Ojalá mudarse de ciudad pudiera ayudar en algo, pero su ex compañía era nacional, lo que significaba que el cretino era como un pulpo con tentáculos por todo el país. Mabel se aseguró que puertas y ventanas estuvieran cerradas y se dirigió a su recámara con el ánimo por los suelos, lista para tomar un libro y refugiarse entre los brazos de su vampiro favorito. La cabeza de Bianca apareció de repente en la puerta de su habitación, y sin previo aviso, con un brazo rápido lanzó un paquete hacia Mabel. La bolsa impactó contra su pecho y cayó al suelo, derramando su contenido.

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Rever Arcade
AdventureMabel quería dinero, una casa propia y felicidad. Aceptó entrar al mundo de juegos de Rever Arcade para buscar al hermano perdido de alguien, con la promesa de volverse ridículamente rica al terminar. Sin embargo, no esperaba acabar siendo dueña de...