CIELO SALVADOR

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Hola!!! Les dejo un capítulo por acá... Después me dicen qué les pareció!

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POV LALI

-Marian... -dije por lo bajo cayendo a la realidad. Realidad bastante irreal. – yo...

Y me calló otra vez. Enredó una de sus manos en mi cabello haciéndome perder la noción del lugar. Una vez que había probado sus besos, ya no podía volver atrás.

-¿Qué vamos a hacer? –susurré apenada mientras limpiaba la comisura de sus labios.

-¿Te arrepentís?

Se lo contesté iniciando un nuevo beso. Un beso lento que seguía causando efectos dentro mío como nunca me había sucedido.

-Creo que –sus manos acariciaban la piel de mis brazos una y otra vez dificultándome escucharlo –tengo que salir de acá. Lala, en cualquier momento puede venir a buscarte el idiota de tu novio. Y te juro que... -su voz se entrecortó –te juro que no voy a saber reaccionar. Te quiero sólo para mí. ¿Entendes eso?

Lancé un suspiro. Él no se quería ir de allí sino que creía que Benjamín estaba acá. Una parte de mí luchaba por hacerme sentir culpable de la situación. Y la otra me decía que todo pasa por algo.

-No va a aparecer. Él no vino. No pudo... o no quiso.

Me encerró en un abrazo haciéndome sentir seguridad. Que él nunca se iría de mi lado. Si todo fuese tan fácil...

-¿Cómo que no vino? Pero sí... bueno, no entiendo por qué no te acompaña nunca.

-Marian, perdóname que te diga pero... sos único para arruinar este momento tan hermoso... -sonreí tímida rozando mi nariz sobre la piel de su mejilla.

POV MARIANO

Lali tenía razón, no podía creer que yo mismo traiga al fantasma de Amadeo en este momento en el cual por primera vez nos dejamos guiar por este fuego que nos corre por dentro.

Dudé varias veces de aplastarla de un beso apoyándonos sobre una de las paredes del camarín pero cuando la vi ahí, con esa mirada que me gritaba que la ame todo pensamiento dudoso se me borró.

Nos necesitábamos.

No se trataba de un deseo del momento. No, si hubiese sido así no habría sentido que mi mundo empezaba y se acababa con ella. Habría saciado mi sed. Pero en vez de eso, quería más. La quería a ella.

El fuego que tenía su mirada me confirmaba que estábamos peor que Tomás y Esperanza. O que, en realidad, la gente veía tanto amor entre ellos porque era el reflejo de cuánto la amaba a Lala.

No podía dejar de mirar lo tan bien que le quedaba ese body blanco ajustado a su figura. Se veía tan provocativa aún sin labial. Reía acariciando su cuello porque me sabía dueño de esa boca. Era tan chiquita estando ahí, ambos en un sillón, acunada en mi regazo. Ella, cómoda sobre mis piernas sin intención de soltar su abrazo de mi cintura. Este amor me estaba consumiendo.

Ella siempre me impresionaba. Siempre. Como ahora.

-¡MARIANO! –gritó apartándose de golpe. No pude evitar reírme porque me recordó a un dibujito animado.

-¿Qué pasa? – la miré embobado escaneándola de arriba abajo. Estaba sin sus botas altas. Descalza. Mi chiquita.

-Que tenemos que hacer algo... -mis ojos se abrieron ante la sorpresa. –No, eso no, Marian... –dijo con sus labios pero vi que su mirada cambió. –Digo que hay que hacer algo para que no sospechen.

Tu tierra y tu cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora