Suigetsu se convirtió en agua, traspasó las rejas y así pudo acorralar por el cuello a un hombre— Nee— canturreó sonriente —, así que dime, ¿dónde está el Hachibi?—No nos subestimes...— el shinobi se seguía resistiendo —No tengo intenciones de decirles nada. Nosotros, los del clan Yotsuki, nunca traicionaremos a nuestros camaradas. Es es-
–Un corazón con miedo no es firme— le interrumpió la otra peliblanca del equipo, cansada. Abrió los ojos con su mangekyou, sorprendiendo al Yotsuki.
—Es suficiente Suigetsu— le informó Karin —. Ya cayó en el genjutsu de Touya.
—Hombre... Recién empezaba a divertirme— se quejó el ojimorado, mientras soltaba y se alejaba del prisionero.
—¿Dónde está el Hachibi?— preguntó con singular gentileza, cosa que sólo podía usar estando con su equipo.
—Esta entrenando... En Unraikyo, el barranco de las nubes tormentosas— respondió adormilado y serio.
—¿Y cómo podemos identificarle?
—Lleva 8 espadas y tiene los cuernos de un toro tatuados... En su mejilla izquierda— dijo por último, cayendo desmayado al suelo. La ojiazul se acercó a el, y una cosa blanca apreció en su hombro. La cosita de 11 colas bajó y aumentó su tamaño, cargó al hombre y lo dejo en un lugar seguro.
—Listo.
—Gracias, Natural— respondió la menor con cariño. Estiró las manos para que el mini bijuu subiera a su cuerpo de nuevo, y seguido comenzó a caminar, seguida de la mitad del equipo Taka.
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Se encontraban parados debajo de todas las escaleras que había para subir al Unraikyo. Todos mantenían una mirada de cansancio, por el hecho de imaginarse subiendo todo eso, pero por suerte, el moreno comenzó a emitir su voz y a bajar las escaleras animadamente, hasta que los vio.
—¿Tú eres el jinchuriki del Hachibi?— preguntó Touya, un poco más seria.
—¿No? Soy Hachibi-sama, vale— cuando dijo eso, la ojiazul notó que entenderle sería un poco más difícil cara a cara, así que miró de reojo a sus compañeros —. ¿Dime, eres una jinchuriki-sama?— la apuntó.
La peliblanca colocó su mano derecha sobre su pecho, con el dedo índice arriba, apuntándose a si misma confundida. Miró de nuevo a sus compañeros, y Suigetsu simplemente rodó los ojos de una manera entendible. La menor volvió su vista al frente —Estamos aquí para capturarte— fue lo único que respondió.
—¡No! Tienes que decir "Por favor, déjeme capturarle"— le respondió el rubio, moviendo sus manos en la forma en la que siempre hacía cuando "rapeaba" —¿Vale? ¿Verdad?
La chica dio por terminado que no le prestaría mucha atención a lo que dijera —Suigetsu, a la derecha— el peliblanco se movió un poco hacia la dirección nombrada, con mirada seria y pose de batalla —. Juugo, a la izquierda— el pelinaranja imitó la acción que hizo el Hozuki, hacia su lado —Karin, quédate atrás de mi— la pelirroja se movió un poco, de manera que todos quedaban como una especie de rombo.
—Hmmm... Veamos— respondió el de lentes, con los brazos cruzados. El ojimorado tomó su espada y corrió, siendo el primero en atacar —, justo en medio de nuestra plática... ¡Aquí les va un consejo muy serio! ¡Son unos idiotas! Tontos— la espada cayó y el suelo se agrietó, levantando algo de polvo y algunas rocas.
—No podemos matar al Jinchuriki— advirtió Juugo —¿No es eso lo que nos dijeron los de Akatsuki, Suigetsu?
—Está bien, puedo sentir su chakra— informó Karin —Mierda, y hablando de una distracción...
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En su mundo; t ©
AventuraUna chica "normal", entre comillas, ya que su vida era como todas las vidas de niñas de 11 años. Algo friki, adoraba leer mangas y ver anime. Un día, mientras se encontraba dibujando uno de los Kekkei Genkai más fuertes de su anime preferido en su l...